EDITORIAL ABC

Desprecio ignorante a la Hispanidad

La amenaza del separatismo y el populismo va mucho más allá de sus absurdas pataletas demagógicas y despectivas con motivo de la Fiesta Nacional. No cabe mirar para otro lado

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Una vez más, el independentismo, el nacionalismo falsamente considerado moderado y el populismo de extrema izquierda volverán a ningunear hoy la Fiesta Nacional con ausencias, desprecio por la simbología de nuestra nación, de sus instituciones y sus Fuerzas Armadas, y con ese ridículo argumentario de que no hay que celebrar un "genocidio indigenista". Es de una estulticia abrumadora falsear la historia y vincular una fiesta común a toda la Hispanidad con el franquismo, cuando su origen está en Hispanoamérica como modo idóneo de fomentar los lazos históricos, culturales y económicos comunes a muchas naciones que tienen a España con orgullo como "Madre patria". Que Iglesias, Carmena, Urkullu, Puigdemont o los dirigentes de la extinta IU decidan no participar en los actos institucionales representa poco más que un gesto de pésima educación y nulo criterio político.

Cabe más lamentar su obsesión por ser noticia a contracorriente que su ausencia personal. De hecho, absolutamente nadie los echa de menos aunque celebrar la Fiesta Nacional les vaya en el sueldo de servidores públicos y de representantes de todos los ciudadanos, y no solo de quienes les han votado. Transmiten un mensaje muy alejado de la concordia que necesita España y que reafirman su propósito de agrandar las grietas emocionales con que conciben su modo de ejercer la política. Viven de la conflictividad permanente y sistemática, y de una pertinaz voluntad de romper España.

A ello unen una obsesión por el sentido de la provocación que alcanza lo grotesco. Es, por ejemplo, lo ocurrido en Badalona, donde su alcaldesa populista ha conseguido que el Consistorio no celebre el día festivo y ha animado a los empleados públicos a "reservarse" la jornada para tomársela en un puente futuro basándose en que "esta fiesta no tiene arraigo". Otros ayuntamientos catalanes también han pretendido imponer que la jornada sea laboral, y ha sido prohibido por un juez. Es la enésima prueba de cómo el populismo recurre a la extensión del modelo chavista de menosprecio a la historia para lograr la erradicación de tradiciones y golpear al sistema. Por episodios como estos es más necesario que nunca reafirmar la alianza sentimental de los partidos constitucionalistas y preservar una idea común y constructiva de la nación española y del sentido de Estado. La amenaza del separatismo va mucho más allá de sus absurdas pataletas demagógicas y despectivas con motivo de la Fiesta Nacional. Luchar políticamente contra ella es una prioridad. No cabe mirar hacia otro lado. Toca unidad de todos los que creen en la idea de España y recuperar el indisimulado orgullo de pertenecer y representar a un país en el que, aunque en funciones, merece mucho la pena vivir.

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