David Gistau

Columnas

Es una cacicada tremenda, aunque pretenda neutralizar a un personaje nefasto, ya desquiciado a estas alturas

David Gistau
MADRID Actualizado: Guardar
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La situación del PSOE me trae recuerdos de mi juventud transoceánica porque se parece mucho, en crueldad y sordidez, a las míticas «internas peronistas». Es verdad que aquí no hemos alcanzado todavía hitos como el muerto en la bañera o la bolsa con cocaína hallada como por casualidad en el maletero del coche del adversario. Pero todo se andará. De momento, Sánchez está en condiciones de introducir en la política española el empleo de la patota, es decir, la columna militante que lo mismo sirve para despejar una acera que para amedrentar a tecnócratas hábiles en la intriga de moqueta pero carentes de infantería mamporrera. Un secretario de comercio de Cristina Fernández llegó a reclutar para estos menesteres a un campeón mundial de «kick-boxing», el muy lombrosiano «Acero» Cali.

Me pongo a disposición de Sánchez si desea contactar con algún gimnasio de deportes de contacto para constituir una buena columna propia con la que hacer una entrada intimidante el sábado en Ferraz. Sé que dispone para ello de la militancia, pero la supongo demasiado socialdemócrata e intelectual para asustar a nadie –incluso recurriendo a los aliados podemitas, bárbaros auxiliares como los honderos baleáricos de los Barca–, por lo que recomiendo la emulación de la columna peronista fetén, con excepción de las armas de fuego.

Llegados a este punto, no sé qué sentir por Pedro Sánchez, cuya única unanimidad es la de su liquidación: tiene delante una cola como la de la pasajera histérica de «Aterriza como puedas». No me cabe duda de cuán peligrosa resulta la posible alianza distópica entre Iglesias y Sánchez, así como la insensatez con la que este último está dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de sobrevivir un instante más –insensateces igual de peligrosas que las de Zapatero, por otra parte, pero Zapatero ganaba elecciones, proveía, por eso no le dimitía nadie–. Pero ocurre que no puede negarse que la unanimidad con la que Pedro Sánchez ha sido detectado como un Peligro para la Patria está haciendo que demos por buena una artera conspiración interna, de la que hay precedentes con Borrell, en la que participan agentes con sentido patrimonial de la socialdemocracia, incluido su órgano periodístico, de los cuales ninguno ha pasado recientemente por un proceso de elección. Es una cacicada tremenda, es una interna a la manera peronista. Lo es aunque pretenda neutralizar a un personaje nefasto, ya desquiciado a estas alturas, cuya única virtud es la correosa predisposición a hacerse matar antes que rendirse. Es una cacicada autorizada por todos que llena de ignominia y veneno la solución del bloqueo y la investidura de Rajoy.

Los socialistas conspirados que se abstengan para hacer presidente a Rajoy y entreguen a Podemos todo el ámbito de oposición de izquierda que luego no se extrañen si media militancia les migra a las tribus de la radicalidad. A ver si consiguen de una puñetera vez hacer presidente a Rajoy y termina este ciclo de guarradas.

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