Cifuentes hunde al PP

¿Dónde está el departamento gubernamental innominado que archiva un expediente «b» de cada político?

Isabel San Sebastián

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Releyendo mi propia frase, constato que resulta igualmente cierta formulada del revés. Esto es; «el PP hunde a Cifuentes». Porque la bala que ha derribado a la dirigente madrileña no procedía de un arma empuñada por el adversario político, sino del llamado «fuego amigo». Fuego a discreción disparado contra toda persona susceptible de entorpecer determinadas ambiciones sucesorias. Fuego procedente del arsenal acumulado en las cloacas por las que transitan ciertos sicarios a sueldo de quien gobierna en ese momento. Fuego capaz de impactar en cualquier ciudadano considerado «molesto», que arrastre algún secreto inconfesable... o no. Los fabricantes y distribuidores de esa munición repugnante llegan al extremo de inventársela cuando no descubren «muertos» adecuados a sus propósitos, y sabe Dios que Cristina Cifuentes guardaba unos cuantos cadáveres en su armario. El trabajo, en esta ocasión, les ha costado muy poco. La «víctima» ha proporcionado abundante soga para su ahorcamiento.

Todo el mundo hoy se devana los sesos pensando: ¿Cómo es posible que la presidenta dimitida se erigiera en juez y verdugo implacable de sus antiguos compañeros, sabiendo lo que escondía su propio historial oculto? No tengo respuesta para esa pregunta, aunque dudo que nos encontremos ante un acto de venganza. De haber estado en posesión del material que ha fulminado a la ya ex lideresa, sus correligionarios agraviados lo habrían empleado mucho antes en su propia defensa, como baza negociadora o revancha ante la caída. La secuencia de los acontecimientos apunta más bien a una operación perfectamente orquestada de acoso y derribo, destinada a quitarla de en medio con el fin de ocupar su puesto. De sustituirla no tanto en la comunidad, que a estas alturas el PP debería considerar ya perdida, sino al frente del partido en Madrid. ¿Por qué? Primero, porque el PP de Madrid siempre ha sido un verso suelto, una organización que ha ido por libre, negándose a subir los impuestos tal como exigía Montoro, por ejemplo, o brindado asilo a los exiliados del PP vasco expulsados de su tierra y su formación por su negativa a tragarse el sapo del pacto alcanzado con ETA. Segundo, porque asaltar una candidatura nacional resulta misión imposible si quien intenta la maniobra carece de un territorio en el que sentar sus reales para hacerse fuerte. ¿Qué mejor plataforma de asalto que Madrid, cuya fidelidad electoral a las siglas de la gaviota mantiene a los de Rajoy en la Puerta del Sol desde hace décadas? La silla de Cifuentes era muy codiciada y su ocupante mostraba demasiados flancos abiertos como para resistir la embestida.

Lo cual me lleva a otra cuestión necesitada de aclaración. ¿Por qué ha tardado tanto la sucesora de González en tirar la toalla, si era consciente de que no se escaparía? Las presiones recibidas desde sus propias filas para que diera un paso atrás fueron creciendo en intensidad desde el mismo instante en que se conoció el turbio asunto del máster, hasta el punto de llegar a la amenaza abierta en los minutos que precedieron a la dimisión de ayer. ¿Qué ha ganado ella atrincherándose en el despacho, salvo desgastar su propia imagen y hacer un daño irreparable a su partido?

El gran beneficiario de este sainete tragicómico es evidentemente Ciudadanos, que recogerá a manos llenas el voto fugitivo de un PP reducido a escombros. Mientras tanto, en más de una sede popular los candidatos con opción a cartel deben de estar preguntándose dónde tiene sus oficinas ese departamento gubernamental innominado que archiva un expediente «b» de cada político relevante, por si llegara a resultar conveniente airearlo…

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