José María Carrascal

¿Castrar la Constitución?

Quienes durante 38 años han ignorado la Constitución quieren hoy legalizar sus planes anticonstitucionales castrándola

José María Carrascal
Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

NOS hemos pasado el Día de la Constitución hablando de reformarla, que es como felicitar a alguien el cumpleaños recordándole sus enfermedades. Si es nuestra forma de felicitar, no quiero pensar en cómo será darle el pésame.

Pero al grano: la tal reforma ¿se hace por ser tan urgente como necesaria o para satisfacer los deseos de los nacionalistas? Pues no veo en ninguna de las encuestas que vienen haciéndose desde hace años aparecer «la cuestión territorial» como una de las principales preocupaciones de los españoles, que empiezan por el paro y continúan por la economía, para pasar a la corrupción y otros asuntos de la vida diaria. Lo que hace sospechar que se está sobredimensionando un problema político para ocultar los reales, no una buena forma de resolver estos.

Que tras la excesiva centralización del franquismo se necesitaba descentralizar no creo que lo discuta nadie. Pero eso ya se hizo con el Estado de las Autonomías, uno de los más descentralizados de Europa. Pero los nacionalistas siguen pidiendo más, asumiendo competencias que no les pertenecen y desobedeciendo la ley si no se ajusta a sus deseos. Prueba de que no se conformarán con menos que la independencia, como proclaman abiertamente los nacionalistas catalanes y subrepticiamente los vascos, pues ¿qué es eso de «tratar de tú a tú al Estado español», que pide Urkullu? Y, encima, que «se mejore el cupo vasco», la cuota que pagan por los gastos del Estado en su territorio a cambio de esa especie de derecho de pernada que es cobrar todos los impuestos, arguyendo que les penaliza. Si fuera así, lo tienen muy fácil: con adoptar el régimen general de tributos del resto, asunto arreglado. ¿A que no lo hacen?

Querer «comprar» a los nacionalistas es, políticamente un imposible, y económicamente un mal negocio, ya que, repito, nunca se darán por satisfechos por más regalos que se les hagan ni renunciarán a su último objetivo: la secesión. En otro caso, no serían nacionalistas. Serían como el resto de los españoles, leales tanto a su patria grande como a la chica. Todos los gobernantes que lo intentaron acabaron cornudos y apaleados. Creí que habíamos aprendido la lección, pero seguimos tropezando en la misma piedra no una vez, sino todas las necesarias para que el «problema territorial» siga disturbando la vida española y restando tiempo, esfuerzos y recursos para abordar otros más próximos a la ciudadanía. Que el Ejecutivo de Rajoy no cuente con una mayoría cómoda de gobierno y que el PSOE no haya definido su postura en este tema complica extremadamente las cosas y obliga a hacer auténticos equilibrios, al tiempo de cuidar cada paso, pues puede ser en falso.

Pero eso no es óbice para mantenerse firme en un tema de vida o muerte para los españoles, que es el de España. Quienes durante 38 años han ignorado la Constitución quieren hoy legalizar sus planes anticonstitucionales castrándola. Esperemos que los constitucionalistas no caigan en tan burda trampa.

Ver los comentarios