José María Carrascal

Camino de servidumbre

¿Es este el verdadero fin del desafío independentista?

José María Carrascal
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Cuando en 1944, a la luz de la tragedia en su país, Austria, Friedrich A. von Hayed escribió desde su exilio londinense «Camino de servidumbre», no podía imaginar que casi un siglo después, ese camino iba a ser emprendido por la entonces más avanzada de las regiones españolas: Cataluña. «La planificación estatal -advertía Von Hayed- trae consigo la pérdida de la libertad individual y conduce inevitablemente al totalitarismo». Justo lo que anunció ayer el gobierno de la Generalitat. Y no sólo por violar todas las leyes que le han dado el poder que tiene, sino por violar los principios más elementales de la democracia. Para empezar, la «ley de ruptura para Cataluña» prevalecerá sobre todas las que actualmente la rigen, sin otra garantía que la voluntad de quienes la han redactado, que ni siquiera representan la mitad de la población catalana.

Luego, se montan un proyecto constituyente sin la menor garantía de equidad, del que saldrá una asamblea y una constitución que si se parece a algunas es a la que Maduro está preparando en Venezuela para eliminar todo rastro de oposición. Incluso la supera en algunos aspectos.

Lo más grave de todo es que deja la Justicia bajo el control de los políticos, nacionalistas naturalmente, eliminando la división de poderes, base de la democracia. El presidente de esa república catalana se reserva la facultad de nombrar no sólo el fiscal general, como ocurre en España, sino también el presidente del tribunal supremo, compuesto por dicho presidente y por los de las cuatro salas jurisdiccionales, los de las cuatro audiencias provinciales y por cinco jueces elegidos por el Parlament, en manos de los nacionalistas. El copo, vamos. ¡Y todavía se quejan de que se le llame golpe de Estado!

La primera consecuencia de ello nos indica cuáles son las verdaderas intenciones. «Los juzgados (catalanes) sobreseerán los procesos penales contra investigados a condenados por conductas que buscasen un pronunciamiento sobre la independencia de Cataluña», dice el borrador del artículo 61 de la nueva constitución. O sea Mas, Rigau, Ortega y Homs, indultados. Pero eso sólo es empezar. La ley prevé que «los juzgados catalanes asumirán todos los casos en manos del Tribunal Constitucional, del Tribunal Supremo y de la Audiencia Nacional». Lo que permitirá dejar limpios de polvo y paja a todos los catalanes procesados por cualquier tipo de delito, empezando por la familia Pujol.

Y uno se pregunta ¿es este el verdadero fin del desafío independentista? ¿Han armado el follón para salvar a quienes han estado llevándose el dinero desde cargos oficiales? ¡Menudo nacionalismo! Ese es más bien un «camino de servidumbre», una estafa monumental. A los catalanes primero, especialmente los no independentistas. A los españoles después, al tratarse de algo que viene siendo España, y a Europa que intenta unirse, no fragmentarse. Siente uno la tentación de decir: dejémosles estrellarse, ya aprenderán lo que es caer en manos de truhanes. Pero luego se da cuenta de que son españoles equivocados, como tantos otros, y no puede hacerlo. Así que palabras suaves y mano dura.

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