Sergio Fidalgo

Benvinguts a casa

«¿Se lo imaginan? Una jornada festiva, con un estadio abarrotado de catalanes leales apoyando a la selección nacional»

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La batalla de las ideas que se vive en Cataluña, entre un pensamiento excluyente como el secesionista y uno basado en la convivencia y en el respeto a los valores democráticos está en un punto crítico. Los separatistas, a pesar de no ser la mayoría de los catalanes, no solo no se baten en retirada sino que siguen presumiendo de lo que no son: cívicos y defensores de la libertad. Su maquinaria de propaganda está bien engrasada y cada uno de sus militantes es un activista total. No son más pero hacen mucho más ruido.

En cambio los catalanes leales con el resto de España damos la sensación de quietud. Solo un puñado de valientes alzan la voz e intentan contrarrestar todas las mentiras que cada día difunden los medios de comunicación secesionistas.

El espacio de lo simbólico está abrumadoramente conquistado por los separatistas, que han llenado las calles con sus símbolos de exclusión.

Necesitamos ayuda. Los constitucionalistas catalanes lo tenemos difícil para remontar sin el apoyo de nuestros compatriotas. Comenzando por la ayuda simbólica, por la presencia de lo español en las calles catalanas, porque en muchas localidades da la sensación que se está en otro país, gracias a la labor sectaria de multitud de alcaldes empeñados en ignorar a buena parte de sus convecinos. La labor requerirá décadas de trabajo. Pero por algún sitio hay que empezar.

Y los valientes chavales de «Barcelona por la selección», unos héroes que incluso han visto como algunos de sus miembros eran apaleados por radicales secesionistas, llevan tiempo trabajando para que «La Roja» juegue un partido en la capital catalana. La idea es demostrar que en Cataluña hay una mayoría de ciudadanos que se sienten españoles, y que apoyan al equipo nacional tal y como se vio en las celebraciones del Mundial y las dos Eurocopas.

Aunque a Junqueras, Puigdemont, Mas y compañía no les guste, aquí se respira amor por nuestros compatriotas, sean de Madrid o Cáceres. Los propagandistas de la secesión, que también copan las secciones de información deportiva en los grandes medios locales, podrán hincharse de decir «selección estatal» o «liga estatal», pero España sigue teniendo tirón entre los catalanes por mucho que lo intenten esconder.

El once de septiembre, lo que ellos llaman «Diada nacional de Cataluña», los secesionistas prepararán el enésimo aquelarre de división y de odio hacia todos los españoles. La agresividad de su propaganda conseguirá que millones de catalanes acepten en silencio la demostración de su poder. Una vez más. Pero podemos elevar la moral de esa mayoría silenciosa que se siente española. El dos de septiembre es una fecha clave. Solo nueve días antes de la «Diada» se ha de jugar el partido decisivo del grupo de clasificación para el Mundial de Rusia, el España-Italia.

Se dice que la sede ya está escogida, y que a pesar de los intentos de «Barcelona con la selección» no se disputará el partido en la Ciudad Condal. Craso error. Ese encuentro se debería jugar en la capital catalana, porque la imagen de un mosaico gigante en el estadio de Cornellà-El Prat que ponga «Benvinguts a casa» para recibir a los de Lopetegui, que muestre a todo el mundo el cariño que en Cataluña tenemos a la selección, sería un gran golpe de efecto, un chute de moral para los millones de catalanes que cada día son bombardeados por la propaganda secesionista en su puestos de trabajo o en las escuelas de sus hijos. Los catalanes constitucionalistas necesitamos alegrías, porque nos encontramos muy solos frente a la constante gota malaya que nos aplican los separatistas, que dominan los resortes de poder en nuestra comunidad.

¿Se lo imaginan? Una jornada festiva, con un estadio abarrotado de catalanes leales apoyando a la selección nacional. No podemos renunciar a esta victoria simbólica. Debería ser una cuestión de Estado que alguien llamara al presidente de la RFEF, Ángel María Villar, y a Ramón Robert, consejero delegado del Espanyol, y les dijera, «por favor, ese encuentro se ha de jugar en el RCDE Stadium. No es política, es elevar la moral de muchos catalanes».

No sé quién ha de coger el teléfono, ni seré tan osado para sugerir nombres, pero pocas victorias simbólicas costarán menos dinero y tendrán menos desgaste político. Es luchar por garantizar la unidad nacional y lo español ha de estar más presente en Cataluña. Porque como se le deje el campo libre a Oriol Junqueras, el «hombre del pacto», «el hombre sensato», en pocos años todos los españoles nos llevaremos un disgusto. Y los secesionistas habrán llegado a su Ítaca particular debido a la inacción de unos y otros.

P.D. El título del artículo es fruto de la genialidad de Tomás Guasch, un gran periodista deportivo, pero ante todo un catalán que ama a España.

Sergio fidalgo es presidente del Grupo de Periodistas Pi i Margall

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