EDITORIAL ABC

Barberá elige la peor opción

Su renuncia al acta de senadora antes de ser imputada habría aliviado a un partido superado y se habría interpretado como un sacrificio

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La que fuera alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, anunció ayer que abandona la militancia en el Partido Popular y que no renuncia a su escaño de senadora, aunque el Tribunal Supremo haya abierto una investigación penal por su supuesta vinculación con la trama de blanqueo de dinero que meses atrás destrozó al PP valenciano. La decisión de Barberá es legítima porque el escaño le pertenece en exclusiva, y no al partido, y porque objetivamente aún no está formalmente imputada. Sin embargo, desde una perspectiva política, Barberá ha elegido la peor opción posible, porque aferrarse a un escaño que le proporcionó el PP a través del Parlamento valenciano no es la mejor manera de proteger la imagen ni los intereses de ese partido.

Ni de ella misma. Barberá dejará de militar, no tendrá que someterse a la disciplina interna de la formación y será libre de tomar las decisiones que considere oportunas en la Cámara Alta, en el grupo de «no adscritos», pero debe ser consciente de que el estigma para el PP permanecerá. Su renuncia al acta de senadora antes de ser imputada habría generado alivio en un partido superado, y habría sido interpretado como un sacrificio generoso, y forzado por las circunstancias, no como un reconocimiento de culpa. Al contrario. Es ahora cuando miembros y simpatizantes del PP hallarán en ella muestras de desconsideración al interés general del partido al que creyeron que servía. Su empecinamiento en mantener su escaño no refuerza al PP, por más que muchos de sus dirigentes traten de justificar que presionaron hasta el extremo para lograr su marcha y evitar males mayores. El temor a que el PP se vea perjudicado en las elecciones gallegas y vascas y el miedo a que influya de modo nocivo en las expectativas que aún conserva Rajoy de ser investido seguirán siendo fundados, aunque al menos permitan mantener a salvo el acuerdo suscrito con Ciudadanos sobre regeneración política.

Ahora, necesariamente, el PP tendrá que escenificar un desmarque muy rotundo de una de sus alcaldesas más representativas durante lustros, y de uno de sus referentes en la Comunidad Valenciana desde 1976. En teoría, bastaría con recordar que Barberá ya no pertenece al Partido Popular cada vez que la oposición esgrima el caso Taula como arma electoral. Pero en la conciencia colectiva no será así. En cierto modo, es un sacrificio a medias y ella quedará resignada a una batalla judicial en soledad en el Supremo, sin amparo político alguno, y en manos de un instructor que fue fiscal general del Estado con el PSOE. Para Rajoy y para los intereses del PP, habría sido mucho más satisfactorio que Barberá aceptase abandonar el escaño para evitar más daños a su partido, rebajar el peso de la presión social y ganar credibilidad.

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