Luis Ventoso

Alarma:¡Belenes!

Carmena pondrá a buen recaudo esa amenaza

Luis Ventoso
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Querida y admirada doña Manuela: En estos días en que Europa se ve sacudida por el dolor, el luto y la zozobra nos consuela una vez más su bondad a prueba de bombas, con propuestas tan fraternas y creativas como «dialogar» con unos fanáticos que se dedican a enjaular a sus adversarios y quemarlos, que degüellan a cooperantes y periodistas como propaganda televisada, que venden como esclavas a mujeres y arrojan a los homosexuales desde los minaretes y que acaban de machacar a París con saña genocida. No sé cómo se puede «dialogar» con un oponente así. Pero como usted es una persona cabal, una señora bien de 73 años, que hasta ha sido juez y se presupone que no dice gilipolleces, seguro que sabe bien cómo hacer lo que propone, por lo que humildemente la animo a viajar pronto a Raqqa y aplicar en directo la fórmula que según usted podría sacarnos del atolladero.

Pero el auténtico motivo de mi carta es otro: deseo felicitarla por la campaña que ha lanzado en favor de la concordia ecuménica y la Alianza de Civilizaciones retirando los belenes y símbolos cristianos de las calles de Madrid estas navidades, según anunció ayer su portavoz Rita Maestre (célebre por agraviar al 70% de los españoles que se declaran católicos desnudándose en una capilla). Doña Manuela, con el mero afán de colaborar quiero alertarla de que tenemos un problema del carajo de la vela. La última vez que pasé por Madrid se me ocurrió ir al Museo del Prado. Ay, Manuela, ¡cómo está aquello! Reúnase con Rita y con el concejal de los chistes nazis que mantiene en su brillante equipazo porque urge actuar. Resulta que allí, por donde pasan riadas de gentes, anidan todo tipo de regresivas imágenes cristianas. ¡Tienen un Rubens tocho de cuatro metros que se llama «La Adoración de los Reyes Magos»! Si el belén de la Plaza Mayor y las luces del Portal de la Puerta de Alcalá eran un problema y ha tenido que retirarlos, imagínese el mogollón retrógrado que tiene montado el tal Rubens. Pero hay más, doña Manuela. El «Cristo Crucificado» de Velázquez, donde el más grande de los españoles pinta la muerte de Jesús con tal serenidad que un conmovido Unamuno le dedicó un libro entero. Y «La Inmaculada Concepción» de Tiépolo, «La Anunciación» del delicado Fra Angélico… hasta Goya, al que teníamos por afrancesadillo y liberal, resulta que tiene media docena larga de cuadros religiosos en ese peligroso búnker de la intolerancia, incluidos una «Sagrada Familia» de sorprendente ternura y un boceto del descendimiento de Cristo que ya anticipa en brochazos secos la vanguardia del futuro.

Doña Manuela: ¿Vamos seguir así? ¿Va a tolerar que los turistas japoneses sintoístas que llegan a Madrid, o los chinos taoístas, tengan que soportar estas ofensas? ¿Y qué hacemos si aterriza una excursión de cataríes o saudíes, con sus mujeres enterradas en sus burkas -tema que a usted no le merece mayor crítica, por cierto-, y se topan con este festival de la fe de los Cruzados?

Queda mucha tarea. Persevere, doña Manuela, usted a lo suyo: «diálogo» con Estado Islámico y belenes bajo llave. Me despido con un fuerte abrazo para usted y otro para el señor Sánchez, el fenómeno que la mantiene ahí.

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