Investigadores de doce países han revisado 728 lugares de cría en diferentes lugares del área de distribución del lobo
Investigadores de doce países han revisado 728 lugares de cría en diferentes lugares del área de distribución del lobo - José Vicente López-Bao

La presencia humana determina dónde crían los lobos

Pese a que los lobos son capaces de vivir cerca del hombre, ubican sus lugares de reproducción en zonas con abundante refugio para pasar inadvertidos o dificultar el acceso del hombre

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«Tras revisar 728 lugares de cría de diferentes lugares del área de distribución del lobo, hemos encontrado que, de manera general, los lobos minimizan el riesgo de interaccionar con el hombre situando sus lugares de reproducción en espacios alejados de la actividad humana dentro de sus territorios, o bien ubicándolos en zonas con abundante refugio para pasar inadvertidos o dificultar el acceso del hombre», explica Víctor Sazatornil, de la Universidad de Barcelona. «Este comportamiento parece ser más acusado allí donde la presencia humana es mayor», puntualiza.

Sazatornil, junto a otro investigador español, José Vicente López-Bao, de la Unidad Mixta de Investigación en Biodiversidad de la Universidad de Oviedo, han participado junto a otros 25 colegas de 12 países en un estudio, publicado recientemente en la revista Biological Conservation, que analiza las pautas de comportamiento del lobo desde Alaska hasta India o Afganistán.

Debería regularse la actividad humana durante el periodo reproductor del lobo

«El hecho de que el lobo ocupa un área de distribución muy amplia en el planeta (en comparación con la mayor parte de los mamíferos terrestres), y unido al ancestral conflicto con el hombre, ha llevado a considerar al lobo como un animal capaz de prosperar en prácticamemnte cualquier tipo de entorno. Una percecpción no del todo errónea», explican desde la Universidad de Oviedo. Pero la institución académica matiza también en la nota que la vulnerabilidad del lobo hacia el hombre es elevada en determinados momentos de su ciclo vital, como en la época de reproducción.

Mientras que en Eurasia los lobos seleccionan las zonas más abruptas y elevadas de sus territorios, en Norteamérica parecen elegir los fondos de valle y zonas de relieve más suave. «En Eurasia existe una coexistencia más estrecha entre lobos y actividad humana. De este modo, al persistir en zonas más humanizadas, deben compensar esta mayor exposición al hombre siendo más cautelosos en los lugares de cría», afirma Sazatornil.

«Una de las hipótesis que barajamos es que la diferente historia de la persecución que se ha dado en ambos continentes puede ser una de las razones que explican los patrones observados», añade López-Bao. «En Eurasia la persecución empezó hace milenios con la aparición de la ganadería, y se ha intensificado y sofisticado de forma muy gradual, mientras que en Norteamérica se exterminó a los lobos de grandes zonas pocas décadas después de la llegada de los europeos, con medios efectivos desde el primer momento», continúa el investigador.

Precisamente, en Norteamérica se contaba desde el primer momento con medios muy eficaces -armas de fuego y venenos- para perseguir a los grandes mamíferos, por ejemplo, el bisonte americano pasó de varias decenas de millones de ejemplares antes de la llegada de los europeos a pocos cientos a finales del siglo XIX. De este modo, es posible que un periodo de exposición a la persecución diferente entre continentes haya influido en la adaptación del lobo para ser menos vulnerable en Eurasia, donde el proceso de adaptación a la persecución humana ha sido más gradual.

Y garantizar pequeñas zonas de vegetación dentro de su territorio

La conservación del lobo en ambientes muy humanizados, como es el caso de la península Ibérica, pasa por la adecuada gestión del hábitat, alertan los autores. Una cuestión que no se ha tenido en cuenta hasta ahora, «posiblemente porque se asume que no afecta demasiado a la especie, ya que ha persistido hasta hoy en estos ambientes». Sin embargo, López-Bao insiste: «A pesar de que los lobos y otros grandes carnívoros son capaces de vivir cerca del hombre y no requieren grandes superficies de hábitat inalterado, la cuestión del hábitat no debe obviarse cuando se pretende preservar a estas especies en ambientes humanizados». En su opinión, deberían garantizarse pequeñas zonas dentro de sus territorios en las que se preserve una vegetación que ofrezca protección y regularse la actividad humana durante el periodo reproductor.

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