La desalinización no es rentable para España, advierten los expertos

Las desalinizadoras, que comenzaron a construirse en territorio español hace casi una década, funcionan a niveles por debajo del 20%. Obtener agua a través de ellas, además, supone un coste seis veces mayor por metro cúbico que otros métodos más tradicionales, como el trasvase Tajo-Segura.

Las anteriores afirmarciones son dos de las principales conclusiones a las que han llegado los expertos que se han dado cita en el III Congreso Internacional de Gestión Hídrica y Planificación Estratégica del Territorio, auspiciado por la Universidad de Extremadura, entre otras universidades.

Durante el encuentro, según ha declarado su director y profesor de la UEx, Julián Mora Aliseda, se ha puesto en entredicho el papel de las desalinazoras y la necesidad de plantear nuevas soluciones que satisfagan las necesidades reales de la población española de una manera más eficiente.

«Aunque se habla de escasez de recursos, lo cierto es que existen en unas zonas y en otras no. Por lo que no es tanto un problema de escasez como de distribución temporal y espacial», matiza Mora.

En zonas semiáridas, como la mitad suroeste peninsular, se alternan períodos cíclicos de sequías y precipitaciones por encima de la media. Según Mora, para estas áreas convendría crear infraestructuras para almacenar agua en los años húmedos y tener una reserva estratégica para los años más secos. Y transferir los excedentes de agua embalsada cuando los haya mediante canales a las demarcaciones más necesitadas (como Murcia, Almería o la Comunidad Valenciana). En su opinión, la anterior fórmula es la «más adecuada, más barata y de menor impacto ambiental».

«Hay que replantearse la tecnología. Las desalinizadoras no están dando los resultados que se esperaba y, por ello, lo mejor sería sustituirlas por una potente red de embalses que permitiera el traspaso de una cuenca a otra, siempre y cuando existan excedentes en los embalses y solo en años de elevada precipitaciones», puntualiza Mora. De esta manera, el agua no se vierte directamente al mar y no se desperdicia, sino que se retiene y se traslada a lugares donde se genera una gran demanda.

«Es una aberración que en años húmedos el río Ebro vierta el doble de lo habitual al mar Mediterráneo y después de que esa agua dulce se mezcle con la salada se pretenda desalar con el coste energético y ambiental (salmuera) que eso supone», explica el profesor.