La batalla por reducir las emisiones de los fabricantes de automóviles más allá de hacer coches eléctricos

Entre 2007 y 2016 las marcas recortaron en Europa un 12% el uso de energía y un 24,5% el CO2 emitido en la fabricación

Obras en la factoría de Porsche de Zuffenhausen para erigir las instalaciones donde se montará el Mission E, el primer eléctrico de la marca
Unai Mezcua

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Los fabricantes de automóviles libran una batalla por reducir las emisiones contaminantes en todos los frentes. El desarrollo de vehículos eléctricos es el más visible, pero no el único y, por ahora, tampoco el más significativo. Otras acciones se están llevando a cabo en ámbitos como la producción, la fabricación y recepción de los componentes y la distribución de los vehículos ya terminados. Todo ello ha permitido reducir sensiblemente la polución generada y emitida a la atmósfera en los últimos años, en los que, sin embargo, se ha incrementado el ritmo de fabricación en el continente europeo.

Entre 2017 y 2016, las emisiones de CO2 durante la fabricación de coches cayeron en Europa un 24,5%, y un 25,8% por cada vehículo producido, según datos de la patronal europea de fabricantes, ACEA, gracias, fundamentalmente, al mayor uso de fuentes de energía renovables para alimentar las factorías. Paralelamente, se ha reducido un 31,9% la cantidad de agua utilizada, y un 12% la energía empleada durante el proceso de manufactura.

«Todas estas tendencias positivas reflejan el compromiso del sector con los retos urgentes a los que se enfrenta el mundo», defiende el secretario general de la patronal europea de fabricantes, ACEA, Erick Jonnaert. «La industria está haciendo una contribución importante para combatir el cambio climático», afirmó Jonnaert tras la presentación de estas cifras, el pasado junio. «Pese a que la producción de vehículos ha aumentado en 2,2 millones de coches desde 2013, las emisiones totales de CO2 se han mantenido, y han caído de forma espectacular por vehículo producido», resaltó.

En algunos aspectos la reducción ha sido todavía más notable. Es el caso de los compuestos orgánicos volátiles -especialmente tóxicos-, generados mayoritariamente por las instalaciones de pintura de los vehículos. En los últimos diez años, las emisiones de estos compuestos se han reducido un 31,8%, de 53.000 a 24.000 toneladas, gracias fundamentalmente a la sustitución de las pinturas de base solvente por otras de base acuosa [Sigue leyendo tras los gráficos].

Reducción integral

Porsche es un ejemplo de cómo reducir las emisiones de forma integral. Desde enero de 2017 la marca de deportivos del grupo Volkswagen, con sede en Stuttgart, emplea únicamente energía de fuentes renovables en sus dos factorías, Zuffenhausen y Leipzig. Además, ha comenzado a emplear un tren libre de emisiones para distribuir los vehículos terminados, lo que reducirá anualmente un 3% las emisiones de dióxido de carbono (CO2) de sus operaciones logísticas, evitando la generación de 6.000 toneladas de este gas. Para este año, prevé extender la vía férrea «eco» hasta el puerto de carga de Bremerhaven, en el mar del Norte, lo que evitará la emisión de otras 650 toneladas de CO2.

«Estamos intentando adaptar nuestra logística a conceptos de bajas emisiones», explica Albrecht Reimold , responsable de Producción de Porsche. Reimold, miembro de la junta directiva de la marca, desgrana algunas de las medidas que han implantado en los últimos años, como el uso de camiones de gas o un programa piloto con camiones eléctricos con capacidad para 40 toneladas. Además, la compañía audita a todos sus proveedores para comprobar que cumplen con sus estándares sostenibles, y fomenta que los empleados acudan a sus puestos de trabajo en transporte público, en coches híbridos o eléctricos del grupo Volkswagen o en vehículos compartidos.

Fabricación «limpia»

Todo esto, sin embargo, es solo el aperitivo de lo que la marca está desarrollando para garantizar que su primer vehículo eléctrico, el Mission E, llegue a los concesionarios con la mínima huella contaminante a sus espaldas. «Su fabricación será totalmente neutral en emisiones», explica Reimold.

Con el objetivo de adaptar sus instalaciones y prepararse para la electrificación, la marca invertirá 6.000 millones de euros hasta 2022. Gran parte de esa cantidad, unos 700 millones , se está destinando a actualizar su planta de Zuffenhausen, en Stuttgart, donde se fabricará el nuevo modelo, una berlina deportiva que se comercializará a partir de 2019, y sus variantes.

Otro «pico» importante se destinará a la implantación de una red de puntos de recarga ultrarrápida por toda Europa, un proyecto denominado Ionity, en el que colabora junto con fabricantes como Volkswagen, BMW, Mercedes-Benz y Ford, y en el que, como en el resto del proceso, también se velará porque la energía provenga de fuentes limpias. «También es importante que la energía del propio coche proceda de fuentes renovables», recalca Reimold.

Economía circular

Paralelamente, los fabricantes también han ido asumiendo los postulados de la economía circular. Incrementando el uso de materiales reutilizados y comercializando vehículos desarrollados para ser sostenibles, las marcas europeas han logrado reducir los residuos sólidos generados durante la fabricación en un 22,8%% en 10 años, y un 24.1% por cada vehículo producido.

El siguiente paso es incrementar la vida útil de los vehículos y hacer más sencillo su mantenimiento. En palabras de Erick Jonnaert, de ACEA, «extender la vida útil de los vehículos es esencial para reducir el uso de recursos naturales y el consumo energético, y de paso, también permite a los compradores reducir sus gastos».

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