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Probamos el Ford Edge, el gran americano impasible

El SUV de la marca americana, el mayor de los tres que vende en España, ofrece un buen comportamiento dinámico y una estética poderosa y muy «yanki»

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Es grande y tiene buena presencia. El Ford Edge es el tercer SUV que la marca del óvalo vende en España, y el de mayor tamaño tras el Kuga y el EcoSport. Un tamaño que, lógicamente, se nota tanto en su interior, muy espacioso, como en su exterior, dotándole de un aspecto poderoso y muy americano.

El Edge llegó a España en 2016 y de momento ha pasado algo desapercibido, algo que, tras probarlo, nos parece injusto. Es cierto que sus dimensiones le hacen poco práctico para su uso urbano, pero es un coche muy apropiado para salidas fuera de la ciudad, incluso aunque haya que atravesar pistas algo rotas, ya que incluye tracción total de serie.

Así, destaca por a la comodidad de sus plazas delanteras y traseras, por su silencioso habitáculo —Ford ha aplicado con mucho éxito en el modelo su tecnología de cancelación de ruidos Active Noise Control technology— y por lo inmutable de su marcha, en parte por su peso (ronda las dos toneladas) y por su suspensión.

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Su interior, además de amplio, está bien terminado. Nosotros hemos probado el acabado Sport, el más dinámico de los tres disponibles (junto al más sencillo Trend y al más elegante Titanium, dejando de lado al lujoso y refinado Vignale), que ofrece unos materiales de buen aspecto y calidad —aunque no «premium», pese a que hablamos de un coche no barato— y muy buenos detalles, como el techo eléctrico elevable o el asistente de aparcamiento.

Otros detalles interesantes son la tira de luces LED sobre el salpicadero, que avisa cuando no se está dejando la distancia de seguridad respecto al vehículo delantero, el control de crucero adaptativo y las numerosas posibilidades de personalización del cuadro, en la que se puede poner desde las indicaciones del GPS hasta un resumen de la actividad del vehículo.

En cuanto a los aspectos negativos, cabe destacar que su dirección es algo más dura de lo deseable y, sobre todo, la lentitud del GPS. Aquí, no obstante, hay que reseñar que lo hemos probado con la versión de software SYNC2 y que, según aseguran desde la marca, este problema se ha subsanado en la versión SYNC3.

Respecto al motor, solo podemos decir bondades. En ABC hemos probado el diésel 2.0 de 210 CV —el único que se ofrece, junto con el diésel de 180 CV— y, si bien es cierto que no es excesivamente brioso —de nuevo recordamos que estamos hablando de un coche que ronda los 2.000 kilogramos— tampoco le falta empuje para llegar a cualquier parte. El consumo, eso sí, no es su punto fuerte, aunque nosotros hicimos unos aceptables 8.8 litros en una ruta mixta carretera/ciudad.

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