Mini John Cooper Works Cabrio: 231 caballos exprimidos en carretera cerrada

Probamos las versiones más potentes y deportivas de los modelos Hatch, Cabrio, Clubman y Countryman

Foto: Auto FM

U. Mezcua

Hay coches que merecen exprimir su potencial al máximo. Entre ellos, todos los de la gama John Cooper Works (JCW) de Mini, las versiones más potentes y deportivas de los modelos Hatch, Cabrio, Clubman y Countryman. Una oportunidad que tuvimos con el modelo Cabrio durante la presentación de la gama JCW 2018 en Madrid, pudiendo disfrutar de las virtudes del pequeño descapotable británico en un tramo cerrado de carretera en Perales de Tajuña (Madrid).

La prueba comenzó en el espectacular Garaje de Clásicos de Coslada (Calle Alcarria, 12), un marco magnífico donde los últimos modelos de la marca británica compartían espacio con vehículos históricos de Mini, y clásicos de todas las marcas. Allí tomamos el primer contacto con nuestro Cabrio JCW, que se diferencia exteriormente de la versión normal por detalles estéticos «racing», también presentes en el interior. Dentro, al igual que su hermano capotado, el Cabrio permite cuatro plazas, aunque el espacio en las traseras es reducido y el maletero pierde capacidad: de 215 litros a 160 cuando ésta está retraída.

Desde allí, una pequeña ruta urbana y por autovía de 45 kilómetros, en la que el Mini Cabrio JCW comenzó a avanzar sus capacidades deportivas, con su brioso motor de cuatro cilindros y 1998 cm³, que rinde 231CV, como punto fuerte. La presencia del propulsor es claramente percibible en el habitáculo, lo que quizás resulte confort en un trayecto largo, pero resulta entendible -y hasta de agradecer- en un vehículo de sus características.

Además, nuestra unidad se acompaña de un kit de potenciación con un sistema de escape específico con control remoto sobre el sonido a través de Bluetooth, lo que permite sacarle aún más jugo en circuito (no en carretera, donde estaría multado) al desbloquear el segundo de los dos tubos de escape del coche.

Poco antes de llegar al tramo, de 2 kilómetros 900 metros , aprovechamos para probar la capota, que se acciona mediante un botón en el techo del habitáculo. No es de las más rápidas, pero su funcionamiento es preciso y eficaz, y no requiere bajar del vehículo en ningún momento.

Con la capota ya subida, afrontamos el tramo cerrado: mayoritariamente recto, aunque con alguna curva, especialmente una doble cerrada. El trazado está bastante roto, pero no es problema para nuestro Mini, que se agarra con tenacidad. El motor, capaz de acelerar de 0 a 100 en 6,6 segundos, se muestra aquí en todo su esplendor. Tampoco penaliza en exceso el mayor peso del cabrio respecto a su versión con techo rígido, ya que la diferencia es mínima: 1385 kg por 1295 kg del segundo. El coche va por donde debe y, si en algún momento amenaza con perder adherencia delante, inmediatamente las ayudas electrónicas corrigen la posición.

Tras la adrenalina, toca volver al Garage, a unirnos con el resto de Minis de todas las épocas y del resto de la gama JCW, todos ellos herederos del espíritu de competición que llevó a la marca británica a ganar en cuatro ocasiones el Rally de Montecarlo y en otras cuatro el Dakar.

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