BMW

Ford Edge, diez en comodidad

Conducimos la versión de 180 caballos y acabado Titanium que aprueba con una nota muy alta

Madrid Actualizado: Guardar
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El nuevo Ford Edge resulta un coche cuando menos sorprendente. La primera impresión nada más sentarnos al volante e iniciar la marcha no nos gustó nada. Nos pareció el típico armatoste americano más pensado para sus grandes calles e inacabables carreteras que para nuestro más abigarrado circular europeo.

Pero fue sólo esa primera impresión, esos primeros kilómetros. Porque lo que hemos ido descubriendo con el paso de los kilómetros es que siendo como es, un armatoste americano de 4,80 metros de largo por dos de ancho y casi dos toneladas de peso, se conduce con la facilidad de los europeos más exquisitos y los consumos de una berlina mucho más pequeña y ligera.

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A esa primera impresión también ayuda un frontal que visto desde fuera resulta poderoso y nos anuncia un coche muy grande, muy ancho.

Y lo es por fuera y también por dentro, una vez nos sentamos al volante sobre unos butacones quizá en exceso blandos, aunque con una buena sujeción lateral.

También detrás llama la atención el espacio que hay disponible y tres adultos viajarán con espacio suficiente para no molestarse unos a otros y aunque la banqueta no se desplaza si se abaten los asientos para encontrar la postura más cómoda. Además y como buen americano está lleno de huecos donde dejar todo tipo de objetos o botellas como en el hueco que hay bajo el reposabrazos delantero, un enorme agujero donde meter una botella de dos litros, por ejemplo. También el maletero destaca por un buen tamaño con 605 litros al que el único pero que se le pueda poner puede ser la elevada altura de la boca de carga que no resulta muy cómoda, pero si no estamos metiendo cosas todos los días tampoco tiene mucha importancia. Y en cambio sí se agradece su apertura o cierre con el paso del pie por debajo del paragolpes o con el mando a distancia.

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Diésel TDCi de 180 caballos

Otra de las sorpresas más gratas del nuevo Ford Edge y de la que no van a disfrutar los americanos es el motor diésel Duratoq de 2 litros y 180 caballos. Un motor no muy potente a priori para mover el peso del coche pero que con un par de 400Nm se muestra más que suficiente para el común de los mortales. Eso sí, empaña toda la parte dinámica una caja de cambios manual de seis velocidades que parece un despropósito en un coche de estas características. No entiendo porque la estupenda caja de cambios de doble embrague PowerShift que la versión más potente de 210 caballos trae de serie ni siquiera se ofrece en opción.

El coche resulta tan cómodo que cuando llegas a una rotonda, por ejemplo, en tercera o cuarta velocidad y el motor cae por debajo de las 1.500 vueltas sólo lo sacas a base de reducir varias marchas y convierte la conducción en algo muy contrario al espíritu del coche y su , como he comentado ya, excelente confort. Además, siendo la primera muy corta, la segunda que no lo es tanto casi te obliga, por ejemplo en el interior de un parking con mucho tráfico a circular en primera. Lo dicho, incomprensible que no se venda con la opción automática.

En cuanto a las suspensiones, éstas resultan correctas y no son ni muy duras ni muy blandas como cabría esperar de un americano y aunque no son para correr se muestran bastante firmes. También ayuda la conocida tracción integral inteligente de Ford que transmite el par a las ruedas que lo necesitan y una nueva dirección adaptativa que facilita las maniobras a baja velocidad dando menos vueltas al volante.

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Por lo demás, los consumos aunque alejados de los homologados nos han sorprendido porque yendo con ciertas alegrías se ha quedado tras los kilómetros recorridos en unos muy buenos 8,6 litros cada 100 kilómetros que para el peso del coche no son nada.

Casi toda la tecnología disponible

La versión que hemos probado era el acabado Titanium, el intermedio de la gama, y además llevaba prácticamente todos los extras posibles que son muchos. Así, esta versión venía con el sistema multimedia de serie Ford SYNC2 en una pantalla táctil de 8 pulgadas desde la que manejar prácticamente todo. También venía con faros LED para todas las funciones, un programador de velocidad activo con aviso de posible colisión (que no se desconecta cuando reduces o engranas una marcha más) y detección de peatones, la frenada automática de emergencia en ciudad, los cinturones traseros con airbag, el sistema de aparcamiento semiautomático, una muy práctica cámara delantera para mejorar la visibilidad en cruces y salidas de garaje, el sistema de mantenimiento automático en el carril, el de detección de vehículos en el ángulo muerto o el de reconocimiento de señales de tráfico entre otros.

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El Ford Edge 2.0 TDCi 180 CV Titanium tiene un precio que parte desde los 46.425 euros.

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