El pequeño gran movimiento del «Washington Post»

Tracy Grant, adjunta al director del diario, habla con ABC en su nueva sede digital: «Nunca ha habido mejor momento para el periodismo»

Corresponsal en Washington Actualizado: Guardar
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Uno de los grandes del periodismo ha hecho mudanza. Son tiempos de tribulaciones, pero también a la redacción del «Washington Post» le ha convenido saltarse el consejo ignaciano y buscar la respuesta idónea a las demandas del lector del siglo XXI: mayor coordinación de contenidos de papel y digital, continuidad en las 24 horas de noticias, capacidad de desarrollo y agilidad en las miles de historias que están por contar… Más de 43 años después de que su entonces propietaria, Katharine Graham, acomodara la actividad periodística al céntrico edificio de 1150 15th Street, en Northwest, el nuevo Post se adapta a la era tecnológica bajo la propiedad de Jeff Bezos, el dueño de Amazon, con un pequeño gran movimiento.

De apenas tres manzanas, al 1301 de K Street.

Para perder amplitud (pasa de 37.000 a 22.500 metros cuadrados) pero ganar en comodidad. El reparto de la redacción en dos pisos bien comunicados habla por sí solo. Ya no es el edificio en propiedad que requería la actividad industrial, externalizada a una rotativa de Springfield (Virginia) en la que se imprime el diario desde hace diez años, sino un espacio de alquiler que convivirá con despachos de abogados, en un complejo propiedad de la inmobiliaria Hines Interests, radicada en Washington DC. Para hacer frente a los difíciles tiempos del sector, la nueva propiedad del Post ha vendido el anterior edificio a la Asociación Federal Nacional Hipotecaria, familiarmente conocida como Fannie Mae, una empresa cotizada en bolsa, aunque esté financiada por el Estado norteamericano, que tiene como objetivo impulsar el mercado secundario de hipotecas.

Los casi 700 profesionales que elaboran el Washington Post en todas sus plataformas, más otros tantos en diferentes servicios que completan una plantilla de 1.400 empleados, han logrado conciliar las molestias del cambio con los días navideños, lo que ha facilitado el arranque en la nueva sede. Pero no es sólo tiempo de excitación en el Post por el cambio físico. En la redacción que comanda Marty Baron, cuyo prestigio dispara estos días la película «Spotlight», que revive la investigación periodística de los abusos sexuales en la Iglesia Católica bajo su dirección en el Boston Globe, una noticia sopla como viento de cola: el Post superó en noviembre a su eterno rival, el «New York Times», en audiencia en internet, según los datos del sistema de medición estándar comScore. Un hito para la marca nacida en 1877 y que acumula 61 premios Pulitzer.

– Tracy Grant, adjunta al director responsable de gestión de la Redacción, comparte con ABC algunas reflexiones sobre el presente y futuro del diario. Como el significado que ha tenido para los periodistas del Post dejar atrás una sede tan legendaria como la que albergó la investigación del caso Watergate…

– Ha sido una sensación agridulce. Muchos de nosotros -yo he trabajado en el Post más de 22 años- sentíamos el viejo edificio como nuestra segunda casa. El lugar donde pasamos una buena parte de nuestras vidas y donde se hizo un gran trabajo. Pero lo que hace especial a la redacción del Post es la gente, los periodistas que pelean codo con codo para ser mejores cada día. No es una cuestión de uno u otro edificio. Hace poco volví a visionar «Todos los hombres del presidente» (película que narra la investigación del Watergate), y me di cuenta de que describe la vieja redacción tan perfectamente que sé que cada vez que vea la película, volveré a visitarla.

– ¿Qué novedades aporta la nueva redacción para el trabajo periodístico en términos de organización y coordinación?

– Con el nuevo espacio buscamos una forma más integrada de compartir y gestionar las noticias. De forma que los editores de vídeo, ingenieros y editores de fotografía están todos juntos en la misma zona junto con los equipos de periodistas y editores con los que trabajan. Eso nos permitirá que los periodistas con talento estén presentes en el momento en que se generan las ideas, que generen sus propias ideas y se aseguren de que las historias se van a contar de la mejor manera a quienes leen, ven y experimentan el periodismo del «Washington Post».

– ¿Qué opinión les merecen los últimos datos de audiencia digital difundidos por comScore, según los cuales el Post ha adelantado por primera vez al New York Times en usuarios únicos al mes?

– El Post y el Times han tenido tradicionalmente una larga rivalidad, y es gratificante ganarles, pero lo más gratificante es que en este momento está leyendo y experimentando el periodismo del «Washington Post» más gente que nunca en la historia. La comparación es que mientras la distribución en papel tuvo su máximo en un millón de ejemplares, el pasado noviembre más de 70 millones de personas leyeron el Washington Post. Por eso, nunca ha habido mejor momento para ser un periodista que quiere que sus historias tengan impacto, que destaquen entre las más importantes del día y que la gente pueda decir: «Oye, ¿has visto la historia del 'Washington Post'?». Simplemente, no hay mejor lugar para contar historias que el «Washington Post», especialmente ahora que tenemos estas magníficas nuevas instalaciones.

Aunque la mirada esté en el porvenir, son días para hacer historia. Para recordar el lugar donde Bob Woodward y Carl Bernstein, bajo la dirección del legendario Ben Bradlee, descosieron con miles de llamadas telefónicas, tesón y paciencia la tupida red de conspiración republicana tejida en los apartamentos Watergate. Cuando los periodistas de investigación por excelencia se acercaron hace unos días a despedir las instalaciones, uno de los veteranos, Marc Fisher, tuvo que confesar que «este edificio da una sensación de grandeza y de poderío». La misma que un servidor siente cuando contempla por última vez en el recibidor de la vieja sede los «siete principios» periodísticos del fundador, Eugene Meyer, y una copia en plata con este titular a toda plana: «Nixon dimite».

En un reciente editorial de despedida y bienvenida, el Post admitía haberse sentido el «epicentro del mundo en aquellos años 70», pero, también, apostaba por mantener, en la nueva era y con el nuevo propietario, «el mismo compromiso con la verdad».

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