Dos mujeres ganadoras de la Lotería de Navidad se abrazan
Dos mujeres ganadoras de la Lotería de Navidad se abrazan - efe

Las historias más desafortunadas de algunos ganadores de la lotería

El dinero no da la felicidad. Como toda frase hecha puede encerrar una gran mentira, pero si miramos a nuestro alrededor los casos que la prueban afloran

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La ilusión de los que juegan a la Lotería de Navidad es encontrar la felicidad a través del dinero, pero el refranero popular lo deja claro: el dinero no da la felicidad. Como toda frase hecha puede encerrar una gran mentira, aunque si miramos a nuestro alrededor los casos que la prueban afloran. Y si no que se lo pregunten a William «Bud» Post: «Todo el mundo sueña con ganar la lotería, pero nadie imagina las pesadillas que conlleva», afirmó este estadounidense en 1993, cinco años después de llevarse 16,2 millones de dólares en un sorteo de Pensilvania. ¿El motivo? Que casi le cuesta la vida.

Con hambre por apropiarse de su herencia, el hermano de Post llegó a contratar a un sicario para matarlo, tanto a él como a su esposa.

No lo logró y terminó en la cárcel. La sucesión de desdichas se desencadenó entonces: despilfarros, deudas. Seis matrimonios fallidos. También cierto coqueteo con la violencia, como cuando disparó a un hombre que le exigió la devolución de su dinero. William «Bud» Post fue un desdichado. Huérfano de madre a los 8 años, su padre le envió a un orfanato y pasó por un rosario de trabajos de poca monta durante su juventud. Un periodo de su vida que llegó a añorar cuando se hizo rico.

Post conservó la vida, pero otros tuvieron menos suerte. El caso de Abraham Shakespeare, que ganó la friolera de 30 millones de dólares en la lotería de Florida, recuerda uno de los peligros que acechan a los tocados por la suerte: el exceso de confianza. También sufrir las consecuencias de la ambición de las personas que solo se preocupan por el dinero. Delincuente común de joven, Shakespeare pasó un par de veces de prisión por faltas menores. Su juventud no fue demasiado alegre. Sí su carácter.

Quienes lo conocieron alabaron siempre el buen corazón de Abraham. Muchos se le acercaron con el objetivo de aprovecharse de esta generosidad. Dorice Moore, conocedora de su bondad, supo engatusarlo y pedirle dinero para financiar la supuesta redacción de un libro sobre sus desdichas. Finalmente lo mató y quemó su cuerpo en el jardín de su casa. Durante el juicio, definieron a la mujer de «fría y calculadora». Aunque por suerte la vida de los ganadores de la lotería no siempre se saldó de forma tan trágica, sino más bien agridulce. Así lo muestra el caso de la británica Callie Rogers, que se hizo repentinamente rica a la edad de 16 años.

En este caso, el exceso de juventud jugó una mala pasada a Callie. La chica se llevó 1,6 millones de libras que invirtió en cubrir las preocupaciones propias de algunos adolescentes: fiestas, cosméticos, vacaciones. También drogas. Diez años después de ganar el premio, había despilfarrado prácticamente toda la suma. No dudaba en afirmar que no había sido feliz. Ahora se esfuerza por tener una vida normal, alejada de los excesos de esa época, aunque reflexiona sobre esos años de su adolescencia y juventud con sequedad: «Fue demasiado dinero para alguien tan joven. Incluso si dices que tu vida no cambiará, lo hace, y normalmente no para mejor. Estuvo a punto de destruirme. Afortunadamente, ahora soy más fuerte».

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