Vista de la pequeña localidad de Fago. A la derecha, el alcalde recientemente reelegido, Enrique Barcos
Vista de la pequeña localidad de Fago. A la derecha, el alcalde recientemente reelegido, Enrique Barcos - fabián simón
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Fago: a ocho años del crimen, alcalde sin competencia

Enrique Barcos, que asumió la alcaldía tras el asesinato de Miguel Grima, encara nueva legislatura. Desde el crimen, es el único candidato en este pequeño pueblo del Pirineo aragonés

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En plena solemnidad montañosa del Pirineo aragonés persiste Fago, una de esas pequeñas localidades que aguantan desde hace años con censos de población minúsculos, lastradas por la emigración de antaño y por el envejecimiento demográfico. Fago, contra su voluntad, salió de su anonimato el 13 de enero de 2007, fecha con la que entró en los anales de la crónica negra de España. Camino de que se cumplan nueve años del asesinato del entonces alcalde, ahora Fago ha arrancado legislatura como el resto de municipios de España. Eso sí, con pocas novedades. Enrique Barcos, el mismo que sustituyó al alcalde asesinado hace más de ocho años, es quien sigue al frente de un ayuntamiento en el que la política se cuece en la miniatura de una pequeña localidad cuyo censo no pasa de las 25 personas y los hombres, por cierto, son amplia mayoría.

Fago está en el límite de muchas cosas. De la memoria, por la persistente lucha de su reducido vecindario por que se olvide el crimen que marcó el nombre del pueblo; de lo humano, esforzándose en mantenerse un censo que lo mantenga a flote; y de la geografía, por estar en el rincón extremo de Aragón que linda ya con el valle navarro del Roncal y que acaricia en el mapa la Francia del otro lado del Pirineo que dio lugar a las «golondrinas» de Fago: evocador recuerdo, bella y metafórica síntesis con el que antaño se identificó a las jóvenes que pasaban a Francia cuando llegaba el invierno. Se iban a trabajar, y con la primavera regresaban a Fago. O no, porque las hubo que se quedaron echando raíces vitales en el lado galo. Hace mucho que Fago perdió a sus «golondrinas».

Tensión social y asesinato

Este pueblo sumaba 252 habitantes en el año 1920, que se había quedado con 97 en 1970, con 43 en 1996. Ahora aguanta con 25, tras unos años en los que atrajo foráneos al calor del encanto de este rincón del Pirineo.

Dos de esos forasteros asentados en Fago fueron precisamente los protagonistas del crimen, víctima y verdugo, el alcalde Miguel Grima y el forestal Santiago Mainar. De la amistad pasaron a las rencillas, al enfrentamiento personal que trasladaron a la arena política de esta miniatura municipal. En 2003, Mainar se presentó por el PSOE; Grima por el PP. El pueblo quiso a Grima, al que su competidor se lo llevó por delante a tiro limpio con escopeta de caza, una fría noche de enero de 2007.

Obsesionado hasta el extremo, el forestal planificó con frialdad la emboscada. Aguardó al coche del alcalde, preparó la calzada para forzarle a parar en un punto dado y, cuando lo hizo, consumó el asesinato. En ese punto de la carretera entre Majones y Fago se dejó constancia para la posteridad, con una pequeña cruz y una placa en recuerdo del alcalde asesinado.

No fue un crimen político sino efecto de un enconamiento obsesivo. Eso sí, precedido por una atmósfera crecientemente tensa entre una parte del pueblo, dividido a vueltas con ese enfrentamiento que arrastraban forestal y alcalde. En esa tensión coral tomaron activa posición otros foráneos que habían acabado viviendo en Fago de forma permanente o a temporadas.

En ese espeso ambiente se hizo cargo de la alcaldía quien hasta entonces hacía las veces de teniente de alcalde, Enrique Barcos. El 22 de febrero de 2007, un mes y una semana después del crimen, fue elegido para cubrir la vacante. Fue en una asamblea vecinal celebrada a puerta cerrada, que despachó la sucesión en la alcaldía en unos minutos, pero en un pueblo con los ánimos en tensa carne viva.

Candidato único

Barcos asumió la alcaldía en interinidad. Tres meses después la revalidaba en las elecciones municipales de mayo de 2007, en las de 2011 y en las del pasado 24 de mayo. Sigue al frente del municipio el alcalde al que le tocó calmar las aguas de un pueblo que se instaló en el peligroso sobresalto y los recelos entre parte de un vecindario en el que enseguida llegó el hermetismo. Fue una suerte de pacto de silencio para esquivar lo ocurrido y, también, para olvidar y devolver el anonimato de este pueblo del Pirineo aragonés.

Enrique Barcos ha sido discreto protagonista en todo este tiempo en el que se han ido curando heridas en el pueblo. No ha tenido rival desde 2007, nadie más que él se ha presentado a las elecciones. En mayo de aquel año fue elegido con 16 votos a favor, uno en blanco y uno nulo -13 censados no fueron a votar-; en mayo de 2011, con 17 votos a favor y uno nulo -ocho no votaron-; y el pasado 24 de mayo, fue reelegido con 13 votos a favor, todos los que acudieron a la urna, porque otros 12 optaron por la abstención.

Mientras, Santiago Mainar sigue viendo pasar los días en prisión. Tras empezar a cumplir condena en Zuera (Zaragoza) fue trasladado a El Dueso (Cantabria). Lejos de Fago, pero más cerca del verde que mira al mar. Ante los peritos que le analizaron para el juicio, en 2007, Mainar se definió a sí mismo como «bueno y solidario, justiciero y tenaz».

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