De estreno. El nuevo espectáculo de Grilo incluyó alegrías, guajiras y una farruca. :: JAVIER FERGÓ
Jerez

Fin de fiesta por bulerías marineras

El XVI Festival de Jerez echó el cierre en el Teatro Villamarta con un 'La mar de flamenco' en el que Joaquín Grilo superó las dificultades con las que arrancó el espectáculo

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Joaquín se echó a navegar en el día en que el Festival se despedía por este año. El guión auguraba buenos vientos y la tripulación enrolada parecía difuminar cualquier atisbo de duda sobre si el viaje sería plácido o no.

Pero la mar es traicionera, si no lo haces todo correctamente te engulle, pero también puede engullirte si lo haces todo como debes. Y el viento sopló en contra de Joaquín Grilo en cuanto que levó anclas. Debo indicar que al igual que el pasado año critiqué con dureza el diseño de iluminación de 'Danzacalí' lo haré este año con este 'La mar de flamenco'. Sin ánimo de cargar las tintas contra nadie en particular me sigue pareciendo un error de bulto proyectar frontalmente sobre el escenario haciendo que se pierda el vestuario y la expresión de los que están sobre las tablas. La iluminación se llevó por delante las alegrías en el plano estético. Joaquín tampoco contó con el beneficio de un vestuario lucido para este primer baile y por si fuese poco en la transición entre el primer número y el segundo se le enganchó la mano en los flecos del ¿pañuelo? que llevaba sobre los hombros. Se le iban cayendo los cascabeles que se había atado al pie para bailar la zambra y más de lo mismo le sucedía con los crótalos. Tropezó con un cesto que había llevado él mismo en la presentación. En fin, fuerte marejada.

Pero la experiencia y la voluntad del marinero José Valencia empujó al barco y a su capitán a retomar el rumbo. Desde este momento Joaquín bogó por aguas calmas y las pocas olas que le entraron de costado las sorteó con facilidad.

El sonido del santour persa fue la chispa que encendió el baile de Javier Pérez. El bailarín recreó a un flamenco de cualquier laguna mediterránea. Flamenco entendido como ave, aclaremos. La limpieza de movimientos y la mezcla absolutamente precisa de estilos como el contemporáneo, el clásico o la danza estilizada nos llevaron a pensar que el pájaro se podía llevar por delante al protagonista. Sin embargo la farruca bailada a dos, puso sobre las tablas a un Joaquín majestuoso. Mostrando un ejercicio de simetría e imitación formidable. El flamenco frente al flamenco. El baile frente al pájaro. En una comunicación soberbia y con una jondura tremenda en el fondo de los pasos del bailaor.

Una vez más la proyección solapó el principio del baile de Grilo por soleá y solo a base de un talento indiscutible el jerezano pudo hacernos obviarlo. Joaquín comenzó a descargar el peso hacia los hombros y sus formas, esas maneras rotas que lo caracterizan, aparecieron para quedarse.

Por rumba y colombianas la mezcolanza musical de Bilgin Canaz, Antonio Serrano y Juan Requena fue llevándonos hacia la costa. Línea de horizonte que acabó siendo el perfil de Cádiz y un enorme José Valencia cantando por guajiras para el baile descarado y burlón de un Grilo recién salido del malecón.

Al final, el escenario se llenó de estrellas y el capitán del barco, una vez atracado éste en puerto, llegó por el patio de butacas hasta el cielo nocturno a bailar por bulerías lo que Moraíto iba proponiendo a través de los dedos de Juan Requena. Las estrellas acabarían construyendo una constelación que simbolizaba la cara del llorado genio de Santiago.

Y por bulerías, con un fin de fiesta sobre las tablas, Joaquín Grilo echaba el cierre al Festival de Jerez.