DONDE LAS CALLES NO TIENEN NOMBRE

MANIFESTACIÓN EN UN TAXI

Apenas 600 personas secundaron la llamada de los sindicatos, que no es la primera vez que fracasan en esta ciudad con sus movilizacionesLa Junta ha ofrecido a sus empleados de Justicia trabajar horas extra por la tarde; quizá debería haberlo hecho con parados

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No hace falta ser discípulo de Nostradamus para verte venir determinadas cosas, como, por ejemplo, que la «manifestación multitudinaria» del pasado jueves en Jerez casi iba a caber en un taxi. Apenas 600 personas -y creo que los medios de comunicación añadieron una pizca de generosidad a la cifra- secundaron la llamada de los sindicatos, que no es la primera vez que fracasan en esta ciudad con sus movilizaciones. Y no será por conflictos abiertos: Ayuntamiento de Jerez, Linesur, Urbanos Amarillos, Zahav Motor, Limasa, Onda Jerez, Acasa, Visteón.Es cierto que al jerezano de por sí le cuesta salir a la calle para estas cosas, pero tengo la ligera sensación de que hay más problemas de fondo al margen de nuestra desgana natural. No dudo de las buenas intenciones de sindicalistas como José Manuel Trillo o Pedro Alemán, no dudo de su honradez, pero sí tengo que dudar del modelo de sindicalismo que están representando y del que creo que se están convirtiendo en unas víctimas más. La gente ya no cree en estos sindicatos.

La pasada semana escuché decir a uno de los líderes sindicales de la ciudad que si a la manifestación acudían todos los parados de Jerez -32.000- y los afectados por expedientes de regulación de empleo, impago de sus salarios o privatización de sus empresas, que sería un gran éxito. Pues claro. Eso es como decir que si mañana me compro un cupón en las Angustias y por la noche se sortea y me toca, me voy a llevar un alegrón. Es obvio. Lo que ocurre es que en el cupón entre en juego la suerte, en una convocatoria de manifestación, no. Es decir, que si hay tanta gente en paro y con problemas laborales, tantas miles de personas pasándolo mal ¿por qué sólo van 600 a la marcha? Mi opinión es que, probablemente, piensen que no sirve absolutamente para nada, que estén desengañados con los convocantes, y que los sindicatos deberían definir mejor sus prioridades.

Probablemente piensen que deberían dirigir sus esfuerzos a asuntos más productivos que la celebración periódica de manifestaciones, encierros, concentraciones, marchas y todos los tipos de protesta habidos y por haber. No estoy diciendo que no haya que protestar, ni mucho menos, lo que intento decir es que la gente cree que los sindicatos deben trabajar más el antes y no sólo el después. Que deben proteger mejor al trabajador y no convertirse en meras máquinas de producir manifas. En, insisto, está claro que llegados a determinado punto -véase Acasa y Limasa, por poner un par de ejemplos- no cabe la menor duda de que los trabajadores no sólo tienen todo el derecho a protestar, sino que también tienen la obligación de hacerlo para que, entre otras cosas, a nadie se le olvide lo que está pasando. Por tanto, creo que los sindicatos deben hacer autocrítica. Después de mantener decenas de reuniones con colectivos y asociaciones de la ciudad, después de hacer llamamientos continuados a través de los medios de comunicación, después de empapelar las calles con la convocatoria, obtener tan pobre respuesta es síntoma de que algo está fallando en su estrategia. Soy de los que cree, y lo digo por propia experiencia, que se aprende mucho más de los fracasos y los errores que de los éxitos y aciertos.

Y creo que es hora de que las organizaciones sindicales se modernicen, un proceso que pasa por abandonar posturas rígidas e inamovibles, por ser más flexibles, por estar más cerca de las verdaderas necesidades de los trabajadores, por obviar intereses políticos. Este país necesita sindicatos fuertes, comprometidos y que realmente se ganen la confianza de los trabajadores y de los que busquen un empleo. Sindicatos que den la cara, que alerten de los problemas antes de que se conviertan en irresolubles, que no permitan abusos ni por parte de las empresas ni por los empleados. Creo, es mi humilde opinión, que en estos momentos no tenemos algo así y que deben reaccionar porque para protestar todo el mundo vale, no hacen falta siglas y ahí están los indignados para demostrarlo. Lo de las manifestaciones es como los mítines, no sirven más que para reunir a los convencidos, que a este paso cada día serán menos.