«Tardaré tres semanas en volver a dormir del tirón», reconoce el ultrafondista. :: MIREYA LÓPEZ
Sociedad

El ciclista sonámbulo

El vasco Julián Sanz dormirá sólo 20 minutos en cuatro días para cubrir los 2.200 kilómetros del perímetro de Irlanda

BILBAO. Actualizado: Guardar
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Para rendir no hace tanta falta dormir. Esa es la filosofía de Julián Sanz, ciclista de Ugao-Miraballes que mañana participará en una de las pruebas non-stop más duras y la última en Europa de la Copa del Mundo de esta especialidad. Pese al largo recorrido -los 2.200 kilómetros del perímetro de Irlanda que cubrirá, si todo va bien, en cuatro días- solo tiene previsto dar un sueñecito de unos veinte minutos. Serán cien horas en las que a lomos de su bicicleta vencerá la fatiga con agua, barritas energéticas y mucho, mucho empeño. Un trabajo que además de pedalear le exigirá algo tan difícil como mantener los ojos bien abiertos.

Con el cuerpo entrenado durante seis años practicando ultrafondo, Julián Sanz ya sabe lo que vendrá después. «Tardaré unas tres semanas en estar bien y poder dormir de un tirón», explica. Pero es consciente de que eso no es nada. «Cuando volví de la Race Across América -la prueba más larga con un recorrido de 5.000 kilómetros que cruza EE UU de un extremo a otro- me costó cinco meses conseguir un sueño de ocho horas».

Ahora ya sabe cómo lograrlo, aunque «cuesta», reconoce. Al principio de su afición al ultrafondismo pensaba que «se podía entrenar el sueño no durmiendo». Un craso error que ya subsanado. «He pasado de usar cafeína o Red Bull para no dormir a hacer pequeños descansos y bajar el ritmo», desvela.

Y es que las pruebas de non-stop son muy diferentes al convencional 'andar en bicicleta'. Son pura estrategia. Por supuesto, modificable al gusto y las necesidades de cada deportista. «En Eslovenia el pasado mes de mayo estuve 20 horas seguidas pedaleando y cuando quise hacer la parada no podía dormir, y sobre la bici iba mal porque estaba cansado», recuerda antes de aclarar que «son cosas que cada uno debe descubrir». Alumno aplicado, unos meses después en Suiza tenía la lección aprendida y paró a descansar cada diez minutos.

Y, ¿cómo se mete un vizcaíno en estas aventuras? Muy sencillo. De la noche a la mañana y por casualidad. Cuando se preparaba para las pruebas de Ironman, cátedra del triatlón, vio la necesidad de mejorar su rendimiento sobre la bicicleta. Investigando descubrió lo que hoy le suponen unas 50 horas de entrenamiento semanales. Aunque su empeño a veces también flaquea y necesita un empujón. «Me gusta ir con otros ciclistas porque si no me entra la pereza y me quedo en la cama», bromea.

Y, aunque en cada prueba oficial pedalee sólo, siempre va acompañado de sus fieles escuderos. Un equipo de siete personas que a bordo de una furgoneta y una caravana le guardan las espaldas. Compañeros de aventuras, aunque también le tiran de las orejas si hace algún exceso no contemplado en el diario de abordo.

Porque, por encima de todo, la clave es la organización. Como la que siguen los mejores, para quienes la edad no es su principal problema. La mayoría «supera los 45 años». Y, a sus 36, Sanz ya ha demostrado que puede estar entre los primeros, como ya lo hizo en su debut en la Race Across América, cuando acabó octavo.