EL MAESTRO LIENDRE

INCREÍBLE: HACE CALOR

¿En qué momento la obviedad climatológica se convirtió en noticia? ¿Cómo es posible hacer campañas con mensajes que la abuela daba gratis?

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Los Rodríguez y Coque Malla son unos visionarios. Hicieron aquel tema, 'Hace calor', a sabiendas de usar una frase perenne, un mensaje inmortal, a prueba de caducidad. Pasan los años, los veranos y siempre hay alguien que se sorprende. «Calor ¿eh?». Te entran ganas de señalar los tomates que traes en la bolsa y responderle «rojos ¿verdad?».

Como memez común para sostener conversaciones cuando no queremos tener ninguna, vale. Todos los hacen, pero siento la insoportable curiosidad de saber cuando la obviedad climatológica, la evidencia estacional hecha alerta de colores dio el paso a convertirse en asunto periodístico de primer orden. Primero produjo asombro. La reiteración lleva a la irritación.

Todavía no ha llegado julio y ya se han visto dos docenas de reportajes de 'periodismo humano' (el diablo maldiga al que inventó tal cretinez) que consisten en ir por las calles de Sevilla, Córdoba o Toledo preguntándole a señoras mayores o a jubilados, «vaya calor ¿qué hace usted para soportarlo?», a lo que el pensionista en cuestión aporta testimonios tan impactantes como «bebo mucha agua, hija»; «cojo por la sombra, chaval» o «no salgo de casa hasta la fresquita».

Todos esos revolucionarios métodos de supervivencia en el combate contra los malignos rayos de la estrella luminosa, no son fruto de la tecnología de vanguardia, ya estaban en los códigos secretos que nos transmitieron nuestros abuelos pero, al parecer, aún resultan novedosos hasta el punto de merecer espacio frecuente en los medios.

Al asombro que provoca que en julio haga calor, que en Sevilla se alcancen los 40 grados y en Cádiz el Levante sea plomizo y pringoso como un sátiro, se suma el Gobierno. En un alarde de eficiencia sin parangón, por cuarto año consecutivo, ha decidido sumar todos esos consejos, complejos e inaccesibles para la población, y ha creado una campaña que cuesta varios millones de euros para decirle a la peña cosas tan espeluznantes como «bebe agua, coge por la sombra, no te deslomes a las tres de la tarde y mejor sal a la fresquita». Además, insiste en que obliguemos a niños, ancianos y enfermos a que lo hagan. Habitualmente, nunca hay nadie que le haga ni puto caso a estos tres grupos de seres humanos pero nuestro Ejecutivo (nunca dos significados de una palabra acabaron pareciendo sinónimos) nos piden que en verano hagamos una excepción.

Qué inteligente inversión. Hacer una campaña pagada para que te digan lo mismo que te sueltan gratis en el bar: «Anda, coge por la sombrita». Resulta lógico en un equipo de gestores (risas) que cambia la velocidad máxima de 120 a 110 kilómetros por hora y en tres meses vuelve a los 120. Venga a cambiar señales, con lo que eso cuesta. Lo fácil que hubiera sido poner 115, ni pa ti ni pa mí. Y por 5 kilómetros arriba o abajo no vamos a poner cartelitos nuevos. Total, quién va a medir una cantidad tan pequeña. Si había un argumento para la modificación, ha quedado ridiculizado por el cambio y el recambio. No habría tantos motivos si ha durado tan poco. Viene a ser como lo del tiempo, algo de lo que hablar cuando no se quiere, para charlar de lo que no importa y eludir otra conversación. Para escribir cuando no hay ganas de complicarse, para tapar huecos y dejar pasar el tiempo mientras esta Bahía se desangra.

Distracciones de sociedad acomodada que prefiere no pensar en lo que se le viene encima. Puede que no sea mala idea. Hablemos del tiempo, asombrémosnos del calor en julio, del frío en enero, de la lluvia o la nieve en invierno, aunque no sea noticia porque no causa daño material ni personal. Sigamos pensando que miles mueren de bochorno, o de tiritera, cuando resulta que tenían muchos años o una dolencia previa o les tocaba. Son aceptadas distracciones mientras llega lo inexorable, lo ineludible, el siguiente recorte, el próximo despido masivo, la revisión de la reforma ya reformada, la abolición de los convenios, el sueldo, las vacaciones y el horario. Entonces, unos pocos se morirán de gusto, tocándose los billetes y los pluses, mientras los demás morimos de asco y hambre.

Al menos, ese final será un descanso. Al menos, ya no habrá que contestar más a eso de «calor, ¿eh?».