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La sumisión de los corderos

El periódico no es solo un cucurucho de papel con veinticuatros horas de historia dentro

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Hay días malos para dejar de fumar, como repetía Lloyd Bridges en la torre de control de la desopilante comedia 'Aterriza como puedas', y días malos para celebrar el Día Mundial de la Libertad de Prensa, con el espantajo de Bin Laden exhibido en las primeras páginas como en la picota de las viejas plazas públicas para deshonrar los restos de los ajusticiados. 'The Daily Telegraph' le caricaturizaba ayer tapándose con su esposa como un cobarde; y el Herald de Miami reducía lo ocurrido a 'balazo y al mar'. Se puede entender que minutos después de la operación ya hubiera chucherías conmemorativas -la BBC mostraba camisetas o tazas con el lema 'Obama got Osama' a quince dólares- pera algo va mal cuando los titulares de la prensa también se convierten en merchandising excitante. Incluso 'The New York Times' sintetizaba su crónica en el grito de 'Geronimo EKIA!': las siglas de 'enemy killed in action' y el apodo Gerónimo del esquivo jefe apache paradójicamente no asesinado en Sierra Madre sino capturado hasta su reinserción años después. Se echa en falta en ese periodismo algo de dimensión moral en lugar de un guión sin alma al reconstruir la operación como una fascinante secuencia bélica de Kathryn Bigelow con música estridente para tapar el vacío.

El periódico no es solo un cucurucho de papel con veinticuatro horas de historia dentro. Más bien, como sintetiza el dramaturgo Arthur Miller con una frase legendaria, 'el periodismo es la nación hablándose a sí misma'. Y las páginas de ayer, quizá más gráficamente que cualquier otro día, destilaban un retrato pobre de la nación sin instinto crítico. De hecho, el Día Mundial de la Libertad de Prensa suele servir a las conciencias bienpensantes para recordar a los últimos periodistas muertos y condenar a los países depredadores como Yemen, Irán, Israel, Siria, China, Cuba o Guinea; pero rara vez para que las sociedades occidentales salgan de esa burbuja de narcisismo moral a preguntarse qué estamos haciendo mal, en qué momento se optó por creer que la idea de Jefferson de que la prensa es sagrada para la democracia solo es mera retórica, cuándo se aceptó servir de correveidiles del poder dando incluso cobertura a ruedas de prensa sin preguntas, por qué los medios dedican menos líneas a los dictadores sanguinarios en las bodas reales o beatificaciones que a los trajes de las damas, por qué manda la versión oficial a menudo como única versión, por qué el deporte es una coartada para vender prejuicios, por qué se le llama televisiones públicas a los chiringuitos de las taifas autonómicas, por qué se asume que publicar culos y tetas de famosos es alguna clase de noticia, y en qué momento decidimos dejar de pensar con la sumisión callada de los corderos.