AMARILLO PANTONE

REALIDAD

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Se fue la Viña, se fueron los coros. Vuelve la rutina y el olor a café de las ocho. Se fueron Gloria y Don Matías, más pronto que Brugal y Manzanilla. Se fue el hedor de las misivas sin retorno de los que empinan la botella por puro ocio... Vuelve el olor a lejía de nuestra querida Tacita.

Adiós a las coplas de mostrador en calles estrechas y con calor. Hola a las agujetas de pasar días riendo escuchando letras. Nos levantamos de nuevo con nuestra cara esbelta, después de varias jornadas poniéndonos la careta. Retomamos las cosas que pasan en nuestro día a día, para poder escribir coplillas con claras dotes de rebeldía. Dejamos los cañones en las esquinas para volver a sentarnos a tomar el fresco en la Plaza Mina.

Hubo un tiempo en el que el carnaval sólo se hacía de noche, pero ese tiempo pasó y se convirtió en toda una semana de derroche. Derroche de alegría y actualidad, de alma e identidad. Exceso de brazos abiertos, y pueblo que acoge, aunque también de bolsas de plástico y micciones entre los coches. ¿Y por qué no ofertar becas a visitantes deambulantes, cual palomo de plaza en plaza, para que un guía les enseñe de verdad dónde está el carnaval?

Ya saltó el levante, pronto volverán a despeinarse esas abuelas gaditanas que van a la Plaza de Abastos a buscar los avíos del puchero sin agobiarse. Se van las «papas asás», y el olor a fritanga de la calle La Palma... Vuelve el solito de los domingos y las familias jugando en la playa al bingo y a las cartas... Y poco a poco, sin darnos cuenta, vendrá a interrumpirnos de nuevo un menda que nos diga que Don Carnal, en dos mil doce, estará de vuelta.