Esquina de la Quinta Avenida con la calle 52, un enclave cotizadísimo que hasta ahora ocupaba la tienda de la NBA.
Sociedad

Nueva York a sus pies

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El algodón se ha puesto por las nubes y muchas compañías textiles han comenzado a tentarse la ropa. Se ha disparado su precio (en solo tres meses ha subido un 55%) y las cuentas de grandes empresas como Hanesbrands, Jones Group, Polo Ralph Lauren... ya no cuadran como antes. Tendrán que echar mano del 'calzador' de los reajustes, así que subirán el importe de sus productos para compensar. ¡Mal asunto! Sobre todo porque la producción de algodón tardará en recuperarse de las inundaciones en Australia y Paquistán. Y de la sequía en Rusia. Así las cosas, las fábricas de China no paran de incrementar la demanda de esta preciadísima y blanquísima materia prima. Vaya descontrol.

Visto lo visto, ¿cómo reacciona Inditex? ¿Qué medidas piensa tomar el grupo textil más poderoso a nivel mundial, con más de 5.000 tiendas repartidas por 77 países y unos 100.000 empleados en plantilla? La tormenta también salpica al imperio del multimillonario Amancio Ortega y el asunto parece serio: en lo que va de año, sus accionistas se han dejado en Bolsa casi un 17%. Las revueltas en el norte de África no contribuyen a tranquilizar los ánimos porque, ya es casualidad, en Marruecos se encuentra su centro de producción más pujante, después de China. No importa. ¿Quién dijo miedo? La multinacional con sede en La Coruña parece empeñada en continuar abriendo brecha. Cueste lo que cueste. Hace unos días sin ir más lejos, no han dudado en comprar un local de 3.600 metros cuadrados en el número 666 de la Quinta Avenida neoyorquina, por la friolera de 232 millones de euros.

Sin perder pie con bola, van a ocupar el espacio de la rutilante 'megashop' de la NBA. La jugada les ha salido perfecta: la liga de baloncesto estadounidense se irá con los bártulos a otro sitio, Inditex se hace cargo de su 'leasing' y en breve sentará sus reales en la cotizadísima esquina con la calle 52. La marca Zara se apunta un tanto de oro.

«Es una inversión única y extraordinaria. La tienda será una referencia mundial», en palabras del equipo de Amancio Ortega, tan parco habitualmente a la hora de colgarse etiquetas que no sean las de la ropa. Ellos solo gastan energía en su trabajo. Se esfuerzan por ser los más rápidos, aunque a veces les ganen la partida: en este caso, los japoneses de Uniqlo se han adelantado. Desde el año pasado, la firma oriental de bajo costo cuenta con un espacio de 8.350 metros cuadrados en ese mismo edificio de la Quinta Avenida. Los nipones han desembolsado 214 millones de euros por un alquiler de quince años. Ni más ni menos.

Moños a lo 'Cisne negro'

Los directivos de Uniqlo hicieron sus cálculos y lo vieron claro: desecharon el régimen en propiedad, igual que la mayoría de empresas en tiempos de incertidumbre. Inditex también se aplica el cuento y no se mete en camisa de once varas. Salvo que la ocasión lo merezca, como es lógico.

El multimillonario leonés sabe muy bien que, a veces, no queda más alternativa que liarse la manta a la cabeza y cerrar los ojos. No podían dejar pasar la oportunidad, máxime porque tienen la certeza de que el negocio les va a salir redondo. De entrada, sumarán la cuarta tienda en la arteria de Manhattan donde los cachorros de Wall Street se pasean con trajes de Tom Ford y las editoras de revistas de diseño ya lucen moño a lo Natalie Portman en 'Cisne negro'. En la Quinta Avenida, entre la humareda de los autobuses y el olor a 'perritos calientes', se cuece lo más 'in', muy cerca del Rockefeller Center, el Museum of Modern Art (MoMA) y la catedral de San Patricio, el templo católico más monumental de América del Norte. Allí nadie se anda con medias tintas.

Para no desentonar, Inditex ha tirado alegremente de sus fondos, que habrán engordado unos 1.900 millones en el último ejercicio fiscal. Los emprendedores de raza no pueden vivir con las manos en los bolsillos. El dinero llama al dinero.