La jerezana Ana María Blanco emocionó a la platea. :: JAVIER FERGÓ
Ciudadanos

Buen baile en soledad

Lola Pérez y Ana María Blanco se presentaron como Novísimas con talento de sobra y sólidas propuestas

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Desangelada noche en la Sala Compañía. Media entrada escasa para ver el doble programa de baile que presentaba a Lola Pérez y Ana María Blanco. Dos bailaoras que merecieron mayor asistencia de público dado el notable nivel que ofrecieron, sin matices, en sus respectivos pases.

Lola Pérez inició con fuerza por seguiriyas. La cordobesa trajo una propuesta que sin tratar de entrar en terrenos de espectáculo dramatizado, sí ahondó en variaciones interesantes sobre los cánones clásicos con que se suelen afrontar los bailes. Desde la toná a la cabal alternó palillos y remates con gran acierto. Creció al levantar los brazos y ganó en intensidad en la escobilla. Para finalizar el baile se estilizó teatralmente al son de una canción por bulerías.

Con bata de cola la bailaora encaró las alegrías. Alternó subidas y bajadas de velocidad con un buen vuelo de mantón. Las palmas y percusión tuvieron demasiado protagonismo y ocultaron el sonido del zapateado en algunos momentos. Y aunque el conjunto pecó de falta de suavidad en algunos momentos, vimos a un grupo muy acoplado y preciso en las variaciones y los remates. Un fallo técnico en la iluminación dio al traste con el final del número y la despedida acabó ahogada.

La jerezana Ana María Blanco eligió también las seguiriyas para el comienzo. Menos estilizada y más racial que Lola, se plantó con muchísima energía en las tablas y precisó con acierto los remates de las letras. Sin grandes alardes rítmicos, fundamentó su baile en la contención y en la pulcritud del zapateado. La intensidad en el macho emocionó a la platea y selló con éxito el baile. Tras unos tangos donde Miguel Rosendo despuntó sobre el conjunto, Ana María regresó para bailar por soleá. Conducida por el fantástico trémolo de Jesús Álvarez la jerezana condujo el baile con sobriedad hasta una nueva escobilla de alta combustión. Gran soniquete para el cierre y buenas sensaciones entre la concurrencia. La incomparecencia de Juan parrilla como invitado, debido a una enfermedad, no deslució ni un ápice la propuesta.

El fin de fiesta con las dos bailaoras sobre la tablas dio la oportunidad a Lola Pérez de desquitarse de la fría despedida de su pase.