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Pero, ¿por qué no hay gente en los bares?

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Cádiz, responde: ¿por qué no hay gente en los bares? Hasta hace poco, los indicadores gaditanos para la crisis estribaban en los barcos del muelle y en la carga de trabajo de Astilleros. Ahora, en los letreros de liquidación del Coronel Tapioca. Tan chungo está todo que me encontré a la Uchi en la calle La Palma y al preguntarle por su bicicleta, me respondió que se la habían robado. Crece el crimen, crece el paro y lo único que no crece es ese deporte olímpico gaditano que siempre fue la barra libre, desde el bache más humilde al restaurán de grandes ínfulas, desde el montañés de la esquina a la peña de la federación de mariscadores.

¿Y cómo no bebe la gente para olvidar, con lo que hay que olvidar en los tiempos que corren? Si se le preguntara a la patronal de la hostelería, algún propio diría que a la tradicional cuesta de enero ha venido a sumarse la prohibición de fumar tabaco. Hace siglos que no se fuma en misa y hasta ahora no he escuchado que ello justifique la ocasional falta de fieles en la eucaristía. Con la proscripción de la fumata en los locales públicos, el Gobierno pretende que se hachee de la ley seca en vez de lo mala que está la cosa. Claro que a fuerza de irse a la calle a echarse una caladita, los fumadores empiezan a hablar entre sí. E incluso siguen haciéndolo adentro porque con el cerrojazo a la música, el vocabulario de la clientela ya no se reduce a monosílabos bajo en chunda-chunda: el día en que los jóvenes lleguen a componer oraciones yuxtapuestas, lo mismo organizan un sindicato en vez de un botellón.

Tampoco faltan analistas que acierten a explicar que al hacer coincidir la prohibición del consumo de tabaco en interiores con la ola de frío que nos invade, el ejecutivo pretende matar de pulmonía a los nicotinómanos, para ahorrarse el tratamiento del cáncer, que cuesta un huevo aunque ni lleguen a la edad de jubilación. Opinan algunos que seguro que, detrás de este turbio asunto, hay un cuñado de un ministro que se dedica a la fabricación y venta de estufas callejeras. Qué gran película si hubiera otro Berlanga.

Y después dicen que el alcohol es caro. Más cara es la cocaína y acaban de encontrar una morterada en el puerto de Algeciras, dentro de un porrón de tablones de madera. Visto lo visto, elemental querido Watson, podemos deducir que la gente no va a los bares porque no están prohibidos. Por ahora.