LA ESPERANZA COLECTIVA 20 2

Bicentenario: asignaturas pendientes

MINISTRA DE IGUALDAD Actualizado: Guardar
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La promulgación de la Constitución de Cádiz de 1812 fue el éxito de todo un pueblo. Una hazaña, una proeza, que sin embargo, quedó incompleta. Aquellos diputados que iniciaron sus sesiones en el Teatro de Las Cortes de San Fernando y las concluyeron en el Oratorio gaditano de San Felipe Neri no fueron capaces de abolir la esclavitud, una conquista que España tardaría décadas en alcanzar. Tampoco tuvieron sitio, ni voz, ni voto las mujeres, del mismo modo que tampoco lo lograron en la Revolución Francesa, cuando tuvieron que contemplar cómo quedaban excluidas de la libertad, igualdad y fraternidad por la que tanto habían luchado junto a sus compañeros.

El primer centenario del Doce pilló a este país y a media humanidad luchando por el sufragio universal, sin distinción de sexo, ni de clases sociales. Aquellas heroicas y tan denostadas sufragistas enarbolaban plenamente la bandera de la libertad cuyo bordado le había costado la vida a Mariana Pineda. Y los trabajadores y las trabajadoras sumaban esfuerzos y sudores en el tajo de las sociedades industriales y en el seno de los sindicatos, luchando por derechos comunes que tampoco fueron fáciles de arrebatarle al capitalismo de entonces.

Ahora, este segundo centenario de la Constitución de Cádiz es una oportunidad con muchas caras para nuestra Bahía. Eventos oficiales, culturales, políticos o turísticos se complementan con una serie de hitos en materia de infraestructuras que perdurarán en el tiempo y conformarán el Cádiz del siglo XXI.

Pero más allá del programa de acontecimientos que nos regale 2012, no deberíamos dejar pasar la ocasión para reflexionar seriamente sobre la suerte que siguen corriendo aquellas dos asignaturas que no aprobamos en esas cortes constituyentes. De un lado, a escala mundial, nos enfrentamos a nuevas y sutiles formas de esclavitud. Y no pensemos que sólo acechan a países en vías de desarrollo; la tenemos aquí, delante de nuestras narices, en el corazón del llamado primer mundo donde la trata de personas, en su mayoría mujeres, constituye un negocio vergonzante que sigue activo gracias a la complicidad de quienes prefieren mirar para otro lado.

¿Y qué decir de las mujeres? Debemos celebrar, sin duda, que España sea referente fuera de nuestras fronteras por nuestras políticas de igualdad. Pero no debemos soslayar el hecho de que en algunos países esta tarea parece ir en retroceso, sin que resulte fácil contagiar nuestro entusiasmo por esta materia.

Entusiasmo que se traduce en fuerza, energía y esperanza, en especial desde la declaración de Cádiz que suscribimos durante la pasada primavera, pasando por el impulso dado a las políticas de Igualdad durante el semestre de Presidencia Española de la Unión Europea o por nuestro compromiso a nivel internacional, que se traduce no sólo en la acción, sino también en el plano económico, habiéndonos convertido en el principal donante del Fondo de Igualdad de Género de Naciones Unidas y en uno de los países impulsores de la nueva entidad de género ONU Mujeres que tendrá al frente a una mujer comprometida y fuerte como es Michelle Bachelet. Tiene un arduo trabajo por delante y en España contará con uno de sus más firmes aliados, porque la vida cotidiana nos sigue gritando nombres de mujeres asesinadas con una crueldad escalofriante. Y el mundo real nos sigue enviando telegramas urgentes que nos hablan de malos tratos todavía silenciados, de denuncias reales que no llegan a presentarse por miedo mientras los demagogos se atrincheran en un discurso perverso de denuncias falsas. Esos SMS de este nuevo bicentenario exigen respuesta: nos los mandan mujeres vejadas por la dictadura del franquismo a las que algunos quieren seguir manteniendo en el olvido; o mujeres que perciben menos salario que su compañero de trabajo por una misma jornada y un mismo esfuerzo.

Probablemente no habría bastante espacio en un solo periódico para dar cuenta de ese diferencial que impide todavía que la democracia alcance a todos y a todas por igual. Quizá sea importante en este Bicentenario de 1812 volver a recordar para siempre que la libertad tiene nombre de mujer y La Pepa también.