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La divina justicia de Dívar

Melómano y viajero, se niega a explicar sus actividades privadas por su afán de huir de los problemas

MADRID Actualizado: Guardar
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El escaso apego a la luz y taquígrafos es una de las esencias del ideario de la Adoración Nocturna. Esta forma de apostolado tiene como principal liturgia la oración en vela al estilo de los antiguos creyentes. Su compromiso de adoración a Dios establece asistir a una vigilia cada mes. De ahí que no debe sorprender ver a Carlos Dívar a altas horas de la madrugada por la calle; no está de fiesta, es que sale de alguna iglesia donde se reúnen en Madrid los adoradores nocturnos, entre ellos el presidente del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Supremo.

Este desdén por la exhibición explica en parte por qué Dívar no ha dado una sola conferencia de prensa desde que recibió el bastón de mando del Tribunal Supremo y del gobierno de los jueces en el 2008. También aclara de alguna forma por qué se negó a pedir disculpas públicas por el gasto secreto de sus viajes a Marbella, práctica que sumió al Poder Judicial en la «peor crisis institucional» en sus 32 años de historia.

En el pleno del pasado jueves, Dívar se explicó ante los vocales hacienda gala de las férreas convicciones religiosas que guían su quehacer diario. «No tengo la conciencia de haber actuado mal. No voy a dar explicaciones a la prensa», espetó a quienes le pidieron una disculpa real y pública. En su lugar, delegó en su parachoques habitual, la portavoz Gabriela Bravo, quien lamentó el quebranto que «todo esto» ha supuesto a la institución judicial.

No hubo ningún mención a su «reprobable» comportamiento, según varios vocales, porque tiene la conciencia tranquila. El motivo de esta actitud, quizá, se puede encontrar en una entrevista que dio en abril a la revista 'Mundo Cristiano': «Acostumbrarme al mal permanente es muy serio porque desaparece la capacidad de reacción. Con la moral, con la ética, pasa lo mismo. Si no me siento moralmente responsable, no puedo corregirme». Unas palabras que justificarían un examen de conciencia sobre los 13.000 euros de sus viajes. «Una miseria», despreció.

Pero lo que peor lleva la mayor autoridad judicial de España son las críticas de quienes cuestionan su condición de católico. No en pocos foros de Internet o webs religiosas, como Redes Cristianas, atizan sin misericordia la «vida coherente y cabal» que predica el 'padre Dívar', como le conocían algunos en la Audiencia Nacional, su casa en los últimos 28 años.

Y es que la meliflua manera de hablar de este juez nacido en Málaga la Nochevieja de 1941, soltero, amante de la ópera y de la música clásica, recuerda a las imposturas fonéticas de obispos y sacerdotes de otros tiempos. Su tono de voz aparenta cariño, incluso cuando algo no le gusta.

Condenas 'sacramentales'

Las anécdotas se cuentan a decenas en los pasillos de los juzgados. Dicen que cuando el juez Fernando Grande-Marlaska le comunicó que se iba a casar, Dívar, ignorante de su homosexualidad, le instó a cultivar las virtudes de la familia tradicional. Marlaska hizo caer a su interlocutor en que cometía un error y Dívar, en tono dulce, contestó: «Ay, hijo, rezaré mucho por ti».

En sus interrogatorios a narcos y terroristas tenía un trato más propio del padre que corrige al hijo descarriado. Sus condenas concluían con una coletilla sacramental ya fuera el etarra más sanguinario o el narcotraficante más despiadado el que estuviera delante: «Espero que Dios se apiade de usted y durante este tiempo (en la cárcel) le haga meditar sobre el mucho dolor que ha causado».

De Dívar también mencionan sus colegas el compañerismo. Su implicación cuando se enteró de la suspensión de los jueces que pusieron en libertad al traficante de drogas 'El Negro'. O la defensa a ultranza que hizo del juez Juan del Olmo ante los furibundos ataques políticos y mediáticos por el sumario del 11-M.

Más exageradas suenan otras anécdotas y sucedidos. En los ochenta, en los años de plomo de ETA, llegaban a su guardia sospechosos detenidos en el País Vasco y que ponía en libertad por falta de pruebas. Y estos, al encontrarse en Madrid sin una peseta, recibían un donativo de Dívar para comprar un bocadillo y para el autobús de vuelta. O como cuando aplazó algún interrogatorio por ir a una misa o la milagrosa intervención de la Virgen de Fátima para frustrar un atentado contra él.

Su carácter disciplinado y respetuoso con el poder y su lealtad institucional fueron virtudes que pesaron más que su conservadurismo para José Luis Rodríguez Zapatero. Un nombramiento que Mariano Rajoy, como no podía ser menos, apoyó sin fisuras. También jugó en su favor su neutralidad, no está afiliado a ninguna asociación.

Tres años y medio después, en el PSOE más de uno se tira de los pelos con aquella decisión. Más si cabe ahora, después del dispendio de los viajes y la ausencia de explicaciones públicas. El 'padre Dívar' ha eludido pedir perdón por una «miseria». Sólo Dios sabe las razones de sus gastos.