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Opinión

DOCTOR IURIS

Mi primer recuerdo de alguien que tuviera la enfermedad de Parkinson es de Muhammad Ali saludando, tembloroso, al tendido, junto al 'Dream Team', el equipo americano de baloncesto de Barcelona 92. Luego, recuerdo una tapa de empanadilla y el hilillo de voz de Miguel Vélez, eterno amigo que nos dejó el año pasado, mientras bebía su cerveza, preocupado porque su hermano también le había advertido de su tembleque. Los recuerdos son a veces aleatorios, movidos por la asociación de ideas, y de Miguel Vélez, el ladrón de panderetas (única profesión que decía no puede realizar un enfermo parkinsoniano), saltan a Baldomero Guerrero y Lola Garzón, respectivos Presidente y Directora de la Asociación de familiares y enfermos de parkinson Bahía de Cádiz.
Veo a Baldomero encabezando su propia lucha, su misma enfermedad, que no le impide escribir con solvencia y decir sin tapujos lo que piensa. Percibo a Lola creando empleo, luchando por sus abuelos, como ella los llama, celebrando cumpleaños entre talleres de dibujo, buscando patrocinadores que propinen algo, lo que sea, como la donada furgoneta para transportar a la Isla a los enfermos de Jerez y la Janda. Algo para salir adelante. Peleando ambos con bancos para solventar los retrasos en los pagos de las administraciones públicas, negociando ayudas con los alcaldes de la provincia, con Diputación y con la Junta de Andalucía. Y visualizo al grupo de trabajadores que se parte la cara a diario no solo por un sueldo sino por mi vecina María, que apenas ya se sostiene en pie y que circula por la vida en silla de ruedas.
Me siento orgulloso de todos ellos hoy que he sabido que les ha sido reconocida públicamente su labor mediante la concesión por parte de la Junta del premio del Día de Andalucía, por mejorar aspectos de la realidad andaluza en Cádiz y por contribuir al desarrollo de la comunidad andaluza desde la provincia; que les será dado a las doce del mediodía del 24 de febrero en el Museo Provincial de Cádiz. Y no sólo debe ser por eso sino por conseguir llegar a fin de mes, por tener concedida una parcela para construir una sede digna y no conseguir el dinero para ejecutar la obra, por hacer felices a sus abuelos y prestar consuelo a sus familiares. Porque aunque la enfermedad del parkinson se mueve como una mariposa y pica como una avispa, la gente amable, que diría mi padre, briega con lo que sea, se faja en las cuerdas, encaja los directos y contraataca con furia al hígado, intentando buscar aire que respirar en estos tiempos de crisis y reforma laboral agresiva, de homófobos, corruptos, maltratadores, cornudos y 'sálvese quien pueda deluxe', donde gente comprometida con su malpagado y maravilloso y agotador trabajo debe ser reconocida abiertamente, como lo han sido Parkinson Bahía de Cádiz y todos sus ladrones de panderetas, como debe serlo todo aquél que, con gallardía, se niegue pertinazmente a perder.

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