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Opinión

El 14 de octubre se levantó la veda, se abrieron los cotos de caza, abundantes de jabalíes, perdices y jueces de familia que conceden entrevistas a César Vidal o Jesús Quintero. Se la tenían guardada, al juez Serrano. Guardada y bien guardada. Y se la han cobrado. Francisco Serrano es el titular del Juzgado de Familia n.º 7 de Sevilla y salió a la palestra hace tiempo cuando realizó críticas contundentes a la legislación del gobierno socialista en materia de violencia en el ámbito doméstico (por cierto, unidireccional: del hombre a la mujer, únicamente). Su falta fue decir que había denuncias falsas por parte de mujeres, que se vulneraba el principio de igualdad efectiva, que el hombre acusado de maltrato era «presunto culpable» y que también podía ser y era objeto de agresiones por parte de su esposa/pareja.
Recordamos la crudeza de la respuesta por parte del sector feminista desde uno de sus «observatorios» y «observamos» hoy el alegre entusiasmo de sus queridas «feminazis», que tenían claro que el juez era un machista, facha y retrógado y consideran la sentencia justísima. El caso fue así: padres divorciados, un menor de edad, paje de la hermandad del Silencio, un e-mail por el que la madre o su abogado dicen que el niño no va a salir en procesión de penitencia con su padre y su abuelo paterno por estar en su turno de guarda y custodia ese día y el abuelo, preocupado, que de la mano del pequeño cofrade se cuela en el despacho del juez Serrano, que lo atiende, y que, tras las tribulaciones de un chino en China, decide prorrogar un día la estancia del niño con su padre para que pueda procesionar, como es su deseo. La madre denunció a Serrano por prevaricación, siendo absuelto por la Audiencia Provincial y condenado, con ciertas reservas, por el TSJA, pese a la solicitud de absolución del Ministerio Fiscal, a la inhabilitación en su cargo dos años a la par que se solicita un indulto parcial al Gobierno para que le rebaje su condena a seis meses. Serrano ha anunciado que recurrirá al Supremo.
Lo siento, amigas, no parto peras con los «ismos» y creo en el principio de igualdad sin cortapisas políticas. Cuando tenía 18 años y solicitaba prórrogas al servicio militar obligatorio por estar estudiando me preguntaba por qué las mujeres no tenían que hacerlo también y ahora que tengo algunos más sigo pensando que la discriminación positiva tiene que ser mirada con lupa bajo el riesgo de provocar una mayor quiebra de la igualdad formal y material que la que se busca proteger. Lo dije hace tiempo en mi artículo «Violencio de Génera» y lo repito hoy: la legislación penal favorece a la mujer y muchas veces se abusa de esta situación en perjuicio del hombre, que se ve encalabozado, alejado de sus hijos o humillado públicamente, sólo por su sexo. Y poca justicia hay ahí.

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