Domingo, 10 de diciembre de 2006
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Historias xerezanas de piratas, corsarios y otras ratas del mar
Pedro de Vera, corregidor de Cádiz y conquistador de Canarias, fue uno de los más sanguinarios del 'gremio'
Historias xerezanas de piratas, corsarios y otras ratas del mar
LOBOS MARINOS. Plumilla de dos piratas enfrentados. / CEDIDA
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Jerez tiene «un mundo vinculado con el mar» que desconocemos. Manolo Ramírez saca a la luz esta Historias xerezanas de piratas, corsarios y otras ratas del mar, en la que nos descubre a ciertos personajes de la ciudad y sus andanzas por los mundos de Dios, que hoy día encabezarían las lista de los enemigos públicos números 1.

Tal es así que el principal puerto de mar en la provincia es el de Puerto Real, un privilegio heredado por los jerezanos de manos de los Reyes Católicos, así como el puerto de San Nicolás, situado en El Portal.

Jerez cuenta con cinco marinos «ilustres» enterrados en el Panteón Militar de la Marina, al cual más pintao. El principal de todos ellos fue Pedro de Vera y Mendoza, del cual se deja constancia de sus «cabalgadas y correrías» por África y Canarias, incluso antes de que los berberiscos o los ingleses se fijaran como objetivo nuestras costas.

Aventurero, pirata, negrero, el «no va más de la piratería y con cuya vida podríamos realizar sesenta películas», comenta el autor de la obra. Era el abuelo de Alvar Núñez y Cabeza de Vaca, y fue conquistador de las Islas Canarias. De Vera y Mendoza fue corregidor de Cádiz cuando la Tacita de Plata contaba sólo con cuarenta y cinco habitantes, ya que nadie, por aquella época, quería vivir en la costa, ante el peligro que suponía las invasiones piratas, foráneas y propias.

Cuenta Manolo Ramírez que los piratas, corsarios, bucaneros, filibusteros o roqueros tenían «infinidades maneras de robar para mantener el ritmo de vida que exigía ser un corregidor o alto mando de la marina. Además de estar al servicio de la Marina Real, por lo que barco que pillaban, barco que saqueaban».

Hasta el mismísimo sir Francis Drake, el más temido de los piratas británicos «salió corriendo al enfrentarse a otro pirata, José de Melgarejo -que ostentaba un condado en la ciudad-, que lo abofeteó, y cuando se vio acorralado por su troupe antes de contestar emprendió la huida. Cuenta Manolo Ramírez, que desde entonces «el odio por los españoles acrecentó en la persona del corsario inglés».

Drake era un conocido negrero al servicio de su majestad el rey de Inglaterra, pero además era un exportador y comerciante de vinos de Jerez, caldos por los que sentía gran predilección, de ahí sus constantes visitas a la ciudad.

Otra de las figuras que destaca Manolo Ramírez en este libro es la del marino gitano Juan Sánchez, que se enfrentó a las tropas francesas cuando saqueaban la parroquia de Santiago, en la ciudad de Cádiz. Un soldado le rebanó la cabeza, la cual se desprendió del tronco y una vez en el suelo gritó «viva la Virgen de la Consolación», en referencia a la imagen de talla pequeña que recibe culto en esta parroquia y que procesiona con la cofradía de La Piedad.

 
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