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Lunes, 10 de julio de 2006
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TOROS
EL PUERTO
La presidenta debutó con un gran escándalo al negar una oreja al joven Hermosilla
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Tres jóvenes espadas hicieron el paseíllo en la noche del sábado con ilusión. Cada uno acompañado de su correspondiente co-horte de seguidores, contaron con el aliento de los tendidos, poblados de público entusiasta, cuya actitud generosa, convirtió al festejo en espectáculo amable. Pero este ambiente se vio alterado, de manera imprevista, por la intransigente y errónea actitud de la presidenta que negó la concesión de una oreja al local Hermosilla cuando ésta fue solicitada con unanimidad. Habría que recordarle a Ana Alonso Lorente, que estrenaba palco, que según dictamina el reglamento, el primer trofeo es de exclusiva potestad del público, por lo que su labor se ha de reducir al re-cuento de pañuelos, mientras el segundo sí depende ya de la personal discreción del usía.

Si pretendía elevar el grado de rigor y seriedad de la plaza, tal vez equivocara el momento para imponer sus estrictos criterios al tratarse de una novillada de promoción cuyo único fin es catapultar a jóvenes valores. Veremos si mantiene ese celo con la actuación de las figuras consagradas.

Como desagravio a la oreja denegada, dio Diego Hermosilla dos clamorosas vueltas al ruedo tras deshacerse del primero de la suelta de una estocada delantera. Fue este un novillo encastado y repetidor, de embestida templada y larga, con el que el portuense desarrolló un trasteo con altibajos, alternando momentos de gusto con otros en los que fue excesiva su aceleración y en los que se vio desbordado. El cuarto, animal engallado de salida, puso en apuros al peonaje con sus coladas. La novillada enviada por Emilio Muñoz fue dura y enrazada, de exigencia para los ma-tadores, animales que por presencia y poder soportarían la pelea con las cabalgaduras.

Se topó Ramón Tamayo con un eral huidizo, de embestida áspera y rebrincada, al que intentó someter en los medios a través de una ortodoxa colocación en los cites. Lo intentó con denuedo y obtuvo muletazos de verdadero mérito, tanto en éste como en el quinto.

El tercero fue el novillo de me-nos casta. Miguel Ángel Sánchez aprovechó su extrema boyantía para dar muestras de buen gusto. El sexto fue un burel bravo y repetidor pero a medida que avanzaba el trasteo se iba quedando cada vez más corto. No obstante, el algecireño confirmó con él su elegancia y su exquisitez en las formas.



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