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Lunes, 3 de julio de 2006
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TOROS
Toros
La oreja de Benjamín Gómez y unos novillos mansos, cara y cruz del arranque portuense
El ganado frustró la voluntad de una terna de promesas que había levantado mucha expectación en los días previos
La oreja de Benjamín Gómez y unos novillos mansos, cara y cruz del arranque portuense
EMPEÑO. Los novilleros pusieron voluntad en la primera novillada del programa veraniego portuense. / J.ORGE GARRIDO
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LA FICHA
Se lidiaron novillos de María del Carmen Camacho, bien presentados. Primero y segundo mansos de libro, tercero y sexto flojos y descastados , el cuarto fue el mejor y el quinto desarrolló peligro.

Benjamín Gómez: Rosa y oro. Ovación tras dos avisos y una oreja.

José Caraballo: Blanco y oro.

Ovación tras un aviso y ovación

tras un aviso.

Salvador Fuentes: Rosa y oro.

Ovación y ovación tras un aviso.



En el transcurso de la lidia del quinto se despidió de los ruedos, cortándose la coleta, el banderillero Alonso Morillo, a quién José Caraballo brindó la muerte del novillo. Plaza de toros de El Puerto de Santa María. Primer festejo de la temporada taurina portuense. Un cuarto de entrada, en tarde fresca.

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Se abrieron las puertas de la Plaza Real para inaugurar la temporada con una novillada de máximo interés para los aficionados en la que se anunciaban dos firmes promesas, Benjamín Gómez y José Caraballo, que han revitalizado el ambiente taurino de San Fernando y en los que tantas ex-pectativas hay depositadas.

Junto a ellos hizo el paseíllo el sevillano Salvador Fuentes, acreditado por sucesivos triunfos en cosos de importancia. Sin embargo, el pésimo juego de las reses de María del Carmen Camacho dio al traste con las esperanzas de la terna y con la ilusión que el público tenía depositada en esta tarde de toros.

Ya los presagios no era nada favorables, pues se había rechazado la novillada anunciada de Corbacho Grande por exceso de peso en algunos de los astados enviados, en rigurosa aplicación del nuevo Reglamento andaluz, que establece que los novillos no pueden exceder de 475 kilos en plazas de segunda categoría. Este celo escrupuloso en la norma escrita arroja algunas interrogantes: ¿Se aplicará con la misma exhaustividad cuando los actuantes sean figuras consagradas? ¿Qué sucederá, como ocurrió ayer, cuando los novillos por la morfología propia de su encaste arrojen un pesaje necesariamente abultado?

Lo cierto es que los ejemplares que se lidiaron constituyeron una total antítesis de la bravura.

El primero salió suelto del capote de Benjamín, que tomaba sin codicia ni convicción, cobró una vara con la cara arriba de la que huye en estampida.

Esfuerzo amansado

El afanoso trasteo de muleta del isleño es un continuo peregrinar de el de luces tras el manso, hasta que, pegado a tablas en terrenos de sol, fue capaz de ligar dos tandas al dejar la muleta en la cara y taparle la salida.

La faena, anodina, termina donde dictan los manuales de los mansos, en la puerta de chiqueros. El único ejemplar que presentó algo de batalla, y se prestó, por tanto, al lucimiento fue el cuarto. Novillo astifino, de armónica estampa, que se dejó pegar en el caballo. Tuvo el bonito gesto Benjamín de compartir el tercio de quites con su compañero y paisano Caraballo, regalando a los tendidos lances airosos y va-riados del poco prodigado toreo de capa. Inició el trasteo de hinojos, fajándose con un novillo que repite con codicia y brío las em-bestidas.

Los mejores momentos

Hubo extraordinarias tandas de naturales en las que dejó muestras de su buen corte como torero y de su estilo exquisito y poderoso. No obstante, su enemigo se rebrinca en demasiadas ocasiones y motiva que a series cuajadas y excelsas se sucedan otras más embarulladas.

Tras una estocada, cortó la primera oreja del ciclo portuense. Se topó José Caraballo con la mansedumbre declarada de su primer oponente al que logró sujetar en vibrantes tandas de naturales junto a tablas con muletazos que resultaron muy largos y sentidos, relajados y profundos, escuchándose los primeros olés unánimes y rotundos de la temporada en los tendidos.

Falló en el uso de los aceros tanto en éste como en el quinto, ejemplar de escaso recorrido y mucha brusquedad en su embestida, que rebañaba y buscaba el cuerpo del torero a la salida de los muletazos.

Expuso mucho Caraballo en busca de un lucimiento que se antojaba imposible.

Nos quedamos sin ver las prodigiosas condiciones que se le atribuyen a Salvador Fuentes. Y no porque no dejara de intentarlo durante toda la tarde, sino por la pésima condición de sus enemigos.

Su primero, descastado y sin fuerzas, soso y sin transmisión, generó una faena plúmbea, soporífera y desesperante.

Y con el sexto, ya caída la no-che, con el público agotado y de-cepcionado, hizo alarde de exposición y valentía ante un novillo tardo y desrazado.



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