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Domingo, 2 de julio de 2006
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A CADA UNO LO SUYO
(Casi) todo está inventado
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La inmensa cantidad de información a la que es posible acceder hoy día, así como la posibilidad de crear contenidos y compartirlos con todo el mundo, es algo que me abruma, y a veces me desanima. No es que me sienta incapaz de procesar tal volumen de datos (esa etapa ya está felizmente superada: ahora sé elegir lo fundamental y he aprendido a saltarme telediarios, columnas, libros y películas sin que me remuerda la conciencia); lo que me hace sentir mal es la desazonadora sensación de que, haga lo que haga, otro lo habrá hecho ya, y además, mejor. Es posible que siempre haya sido así, pero lo dudo. Y no sólo porque hoy día haya más gente que nunca, también porque prácticamente todos podemos acceder a prácticamente todo o casi. Pasó ya el tiempo de los sabios antiguos que sabían mucho de cualquier cosa; eso es hoy imposible: en el vasto campo actual de las artes y las ciencias, sólo cabe destacar en algo si se lleva la especialización hasta el extremo.

Ejemplos de lo dicho podemos hallar decenas. Así, hubo un tiempo feliz en el que multitud de oposiciones te ofrecían la posibilidad de obtener un trabajo-chollo a poco que fueras medianamente inteligente, pues se presentaban cuatro gatos. Ahora, en cambio, tienes que pasar años hincando los codos, sabiendo que hay miles y miles de tíos haciendo lo mismo, sólo que más listos, más disciplinados y, quizá, hasta más guapos tú. Si lo tuyo es la fotografía, y tienes una de la que te sientes especialmente satisfecho, basta con que eches un vistazo a cualquier revista o página especializada para ver instantáneas parecidas, pero mucho mejores, que te demuestran que no eres más que un aspirante a aficionado. Puede que las tuyas sean buenas fotos, pero no son modernas, ni transgresoras ¿si ni siquiera están desenfocadas! Si un buen día tienes una idea para un concurso de televisión, al poco tiempo, zapeando, descubrirás que ya hay un programa que es igualito que el que tú habías imaginado, pero mejor. Y si crees que has escrito una buena columna sobre un tema candente, sabrás tras tu paseo diario por la prensa que eso mismo ya lo han dicho otros, sólo que con más gracia, más profundidad y más oficio que tú (hay quien piensa que tus columnas son obras maestras de la literatura universal, pero recuerda que la opinión de la familia y los amigos no cuenta).

Es cierto que la situación descrita ayuda mucho a controlar el ego, aunque quizá sea un control excesivo: una cosa es mantenerlo a raya, y otra que se lo tenga hundido en la miseria. Uno puede buscar tan desesperadamente la originalidad, que corre el riesgo de acabar haciendo el ridículo. De hecho, el único campo en el que ser original está al alcance de todos es el de la estupidez. Ahí cualquiera puede superar marcas sin problemas. Por lo tanto, les dejo ya en paz, pues hay un record Guinness que tengo que batir: pasaré 65 días ininterrumpidos dándole pellizquitos a los cristales de las ventanas. El récord actual lo tienen unos franceses en 60 días, así que, ¿a por ellos, oeeee!



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