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Domingo, 2 de julio de 2006
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El poder de unos accionistas de acero
La rebelión de los inversores ha doblegado la actitud del consejo y los directivos de Arcelor hasta aceptar la fusión con Mittal Steel
El poder de unos  accionistas de acero
HABRÁ MATRIMONIO. Lakshmi Mittal y Joseph Kinsch, presidente de Arcelor, se dan la mano tras anunciar el acuerdo de fusión.
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Y en eso llegaron los accionistas y mandaron a parar. Cinco meses como el perro y el gato, a golpe limpio de legislación mercantil, de ofertas y estrategias de escapatoria terminaron hace una semana cuando los principales accionistas de Arcelor decidieron tomar cartas en el asunto, poner firmes al consejo de administración y al equipo directivo de la compañía, y obligarles a negociar primero y a aceptar después la propuesta de compra presentada por Mittal Steel, el líder mundial del acero. ¿Qué ha cambiado desde aquel 27 de enero en el que Mittal anunció su OPA hostil sobre el grupo europeo? ¿Qué poderosas razones han permitido que el agua de colonia pueda mezclarse perfectamente con el perfume -la comparación fue realizada por Guy Dollé, consejero delegado de Arcelor, al rechazar en su día la operación-; o que lo que era una amenaza para los trabajadores de ese consorcio se transforme en una garantía de futuro? Algunas cosas son evidentes. La primera, la más importante, la madre de todos los cambios, el precio ofertado por el gigante anglo-indio, que ha llegado hasta los 40,4 euros por título de Arcelor, un 50 por ciento más que en su primera oferta. La segunda, trascendente sin duda, es que Mittal ha demostrado que lo suyo es la caza mayor, pero lenta, dejando que la presa entre en la trampa, que se confíe a corretear por el terreno peligroso hasta que le llegue su momento.

Los actuales gestores de Arcelor tendrán el control de la compañía producto de la fusión durante un periodo de tres años. Pero serán eso, tres años, ni un día más, ni uno menos. A partir de ahí, la apisonadora de Lakshmi Mittal, respaldado moral y legalmente por el 43 por ciento de las acciones de la compañía que serán de su propiedad, impondrá sus normas, su estrategia y su visión global de los negocios. El pasado lunes, cuando la fusión entre ambas compañías era un hecho, la sede central de la firma europea en Luxemburgo era un catálogo de actitudes contrapuestas. De un lado, entre los empleados de Arcelor, caras largas, cuerpos de ejecutivos con aspecto derrotado, cabizbajos en muchos casos y especialmente irascibles en otros.

El Talgo, en configuración anglo-india, había pasado sobre sus cabezas. En el otro extremo, sonrisa profidén de banda ancha, la familia Mittal prácticamente al completo demostraba que sabe gozar del triunfo. Ni la oposición del Gobierno de Luxemburgo ni las reticencias del Ejecutivo español habían sido suficientes para contener la fuerza del capitalismo moderno que se rinde cuando se pronuncia la frase mágica: plusvalía habemus. Al final, los accionistas han impuesto su ley.

Negociación paralela

Mittal había mejorado su oferta poco a poco, midiendo cada minuto la resistencia del contrario, pero en un escenario muy diferente al que todos pensaban. «Desde el principio nos dimos cuenta -dice un portavoz del consorcio- de que la oposición del consejo de administración, y en especial del equipo directivo, era una cuestión de principios. No y no, era la respuesta».

De ahí que Lakshmi Mittal encargase a su hijo Aditya que pusiese a los bancos de negocios a trabajar, en especial al francés Lazard, para iniciar conversaciones discretas con los principales accionistas de la empresa. «Es cierto que hemos contratado a muchos bancos de negocios -reconocía en público el magnate indio esta pasada semana-, pero espero que nuestros ejecutivos hayan negociado bien los contratos para que no nos cuesten mucho dinero». «Al principio -recuerda la misma fuente-, hubo poca receptividad, quizá porque la oferta no era lo suficientemente atractiva. La segunda propuesta ya despertó más interés. Incluso, algún inversor institucional, como es el caso del Gobierno de Valonia, comenzó a dar muestras claras de que podía ponerse de nuestro lado. El de Luxemburgo no, ése fue más complicado, pero no tuvo más remedio que aceptar después de ver que existía una fuerte presión por parte de un nutrido grupo de accionistas y de que aceptábamos el compromiso de mantener la sede en ese país».

El diario británico Financial Times -la biblia en el mundo de la información económica-,ha nominado al accionista español José María Aristrain (que controla una participación cercana al 3,5% de Arcelor, procedente de la integración de la compañía siderúrgica familiar que tenía su sede en Guipúzcoa) como el cabecilla de la revuelta final.

Quince días antes del acuerdo, Lakshmi Mittal había dado orden a los suyos de acelerar el paso, de acercarse de nuevo a los accionistas significativos -un buen número de fondos de inversión norteamericanos ya se habían mostrado favorables a la OPA-, para transmitirles que estaba dispuesto a una última mejora del 10% y a ceder cuestiones significativas, como la sede o las condiciones de gobierno corporativo durante un periodo de transición de varios años.



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