Puede presumir a boca llena de ser el único de los concejales del GIL que tiene su historial limpio de imputaciones. Una cualidad que, en medio del revuelo causado por la segunda fase de la operación Malaya en la que han sido detenidos 13 ediles del Ayuntamiento de Marbella, no es moco de pavo. A sus 34 años Carlos Marín, marbellí de nacimiento y gilista de adopción por parte del desaparecido Jesús Gil, está viviendo en estos días otro episodio de arrestos y registros que nuevamente le ha pasado de largo. «Estoy sorprendido y bastante mal, por qué no decirlo. La verdad es que no sé por qué ha pasado esto ni por dónde han ido los tiros», comenta relajado en una cafetería cercana a los juzgados marbellíes.

Poco antes de comenzar la entrevista se interesa por la suerte de algunos de sus ex compañeros -de hecho, siete de los ediles con los que compartió salón de plenos en el flanco del GIL han sido enviados a la cárcel provincial de Alhaurín de la Torre-, y confiesa su temor a que el juez le hubiese puesto también en el punto de mira de la presunta trama descubierta. «Si al juez se le hubiese pasado por la cabeza pensar que que yo estaba metido en esto, independientemente de que no haya hecho nada, me hubiese pasado lo mismo que a los demás», comenta sereno. De hecho, el comentario de «¿Qué suerte has tenido!» es uno de los que más ha oído esta semana.

Denuncias por presuntos delitos urbanísticos, detenciones por supuestos cobros de dinero a promotores, acusaciones de prevaricación, investigaciones de la Fiscalía Anticorrupción. Mientras el goteo de causas judiciales florecía en estos años a su alrededor y llegaba a su punto álgido con la intervención del juez Miguel Ángel Torres, que ha puesto patas arriba el entramado presuntamente ideado por el ex gerente de Urbanismo, Juan Antonio Roca, lo cierto es que Marín nunca ha aparecido en las pesquisas de la Justicia.