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Miércoles, 28 de junio de 2006
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SOCIEDAD
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Los astilleros guardan una historia que mostrar
Pasado y presente de una factoría estrechamente vinculada al devenir de la Bahía puede contemplarse en un museo único en España que busca abrirse más a la ciudadanía
Los astilleros guardan una historia que mostrar
DIDÁCTICO. Apoyadas sobre todo en material gráfico, las salas tienen sencillos paneles explicativos de todo lo que se ve.
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Pocos lo saben, pero los astilleros de Puerto Real cobijan desde 1998 de una auténtica joya del patrimonio cultural de la Bahía de Cádiz. En la Zona Histórica de la Factoría de Matagorda, en el lugar donde se encontraba el antiguo edificio de la cámara de bombas, se levanta el Museo El Dique de Navantia. Un espacio expositivo de primer orden, creado con grandes dosis de trabajo e ilusión a partes iguales, que recoge de forma didáctica todo el material que documenta los 128 años de existencia del astillero. Una historia que no sólo ha corrido de forma paralela, sino que ha marcado la de toda la Bahía. Hoy, la dirección de Navantia busca la manera más idónea de darle el espaldarazo definitivo a este lugar, integrado dentro de la Red de Museos Andaluces, para que gaditanos y visitantes disfruten de un museo único en España, que hoy por hoy tiene un régimen de visitas restringido a grupos y una vez por semana.

Fue a principios de 1990 cuando Astilleros Españoles decidió acometer el proyecto de restauración del antiguo Dique de Carenas de la Factoría de Matagorda (inaugurado en 1878) y su entorno cercano. La intervención, por un lado, sobre los bienes inmuebles del antiguo centro de reparaciones y, por otro, los trabajos de recuperación del patrimonio documental de la empresa marcaron las líneas de actuación.

El nombre propio del historiador José María Molina Márquez, director del Museo El Dique, sobresale de entre los promotores de esta restauración. El equipo de especialistas que dirigió lograron recuperar 230.000 documentos fotográficos, innumerables herramientas, planos y maquetas que encontraron su sentido en este Museo, memoria de la industria naval española.

Un entorno muy especial

Pero no sólo destaca por su contenido, el entorno en el que se enclava es especialmente singular. En el corazón de las modernas instalaciones de Navantia convive de forma armónica un paisaje heredero del auge que tuvo este lugar a finales del siglo XIX.

El Dique de Carenas, mandado construir en 1872 por Antonio Ló-pez y López, Marqués de Comillas, en la playa de Matagorda se conserva intacto con sus 156,5 metros de eslora por 27,6 de manga y 8 de altura. Los ingenieros escoceses Bell y Miller fueron los responsables de esta obra de ingeniería, que dirigió el ingeniero español Eduardo Pelayo, construida totalmente en piedra ostionera y que aún mantiene su sistema manual de apertura y cierre de compuertas.

No resulta difícil imaginarse a los trabajadores de hace dos siglos reparando un barco de la época en el dique seco, envueltos en olor a brea y con un incesante martilleo como banda sonora.

Junto al dique descansan tres barcos fabricados en los astilleros puertorrealeños de finales del XIX y principios del XX. Del mismo modo, se conservan dos grúas de la época. Completan esta exposición al aire libre de los pocos vestigios que debe haber en España de una Revolución Industrial que aquí pasó de largo, los talleres de maquinaria y forja.

Mención especial merece la co-queta Capilla neorrománica -única en la provincia- y los edificios de estilo inglés que la flanquean: comedores , oficinas, almacenes... Todo, en mitad de una zona verde.

La entrada a las actuales dependencias del Museo, construidas sobre la antigua cámara de bombas, está presidida por el que fuera el frontón del Fuerte de Matagorda. Los vestigios de la que fue la primera fortificación de Cádiz, construida tras el asalto anglo-holandés, se encuentran también en las proximidades, en una zona declarada Bien de Interés Cultural.

Un paseo por el interior

Antonio Lopera y Juan Miguel Hernández de León fueron los arquitectos escogidos para el diseño interior de las cuatro dependencias del Museo. Especialmente llamativa es la sala de investigación, donde se guarda la ingente colección fotográfica -una de las más importantes del país- que contiene las 5.230 placas de cristal que el grupo de Molina Márquez rescató y restauró minuciosamente, además de 250.00 negativos que van desde 1878 hasta nuestros días. La visión del vapor Cataluña fondeado en la Bahía (1883), de la visita de Alfonso XIII (1904), del dique en pleno rendimiento (1913), de los operarios en los talleres (1940), de aprendices haciendo su examen de ingreso (1955), de los disturbios de 1987...

Una escalera de caracol asciende de forma imaginativa hasta una biblioteca circular. Todos los fondos de Navantia, entre los que se encuentran todo tipo de volúmenes sobre ingeniería naval: 4.000 legajos, 3.500 libros y 200 títulos de revistas especializadas, están a disposición del público investigador.

Fotografías a tamaño natural de trabajadores de los primeros tiempos de la factoría, donde además se dan detalles personales de su historia laboral, sorprenden al visitante mientras recorre las tres salas que contienen el material propiamente museístico. Teniendo como hilo conductor la historia en imágenes de la factoría de Matagorda, las distintas salas describen cronológicamente la transformación de sus instalaciones adecuándose al correr de los tiempos.

Un plano de 1872 hecho en papel tela y una foto de 1877 dan una idea de lo que fue la construcción del Dique de Carenas. Toda una sala se dedica a explicar cómo se construían los barcos -a base de patrones, como la ropa- y a detallar la evolución tecnológica, incluyendo las herramientas utilizadas en cada uno de los oficios. Las maquetas, entre otros, del vapor Magallanes (1927), que cubría la línea Nueva York-Cádiz o del Capitán Miranda (1930), hoy buque-escuela de Uruguay, dan cuenta de la relevancia de unos astilleros que llegaron, incluso, a fabricar la estructura del Balneario de La Palma.

Presente y futuro

Todo para comprender que, del mismo modo que una catedral barroca o un teatro romano forman parte del patrimonio histórico de un lugar, las factorías que dan testimonio de la actividad humana, son también un legado patrimonial.

Un tesoro para el que Navantia busca fórmulas -tal vez a través de una fundación- , el apoyo de instituciones para preservarlo y, sobre todo, la complicidad de los consistorios de Cádiz y Puerto Real para que faciliten el acceso directo de la ciudadanía a un museo que guarda la historia de todos.



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