A las diez menos diez de la mañana, la riada, procedente de la Rotonda del Casino, bajó por la calle Honda en dirección a la calle Medina. En cuestión de segundos, la mayoría de los comercios de la calle vieron cómo el agua alcanzaba las dos cuartas sobre el suelo.

Lorena Manzano, responsable de una tienda de bisutería y complementos, cuenta que «al principio nos asustamos bastante porque veíamos el agua bajar por la calle y parecía más, pero luego lo que nos indignó es que, cuando bajó el nivel, la Policía ni cortó la calle».

Gonzálo Corrales, jefe de ventas de una inmobiliaria, grabó con su teléfono móvil «la corriente de agua que bajaba, y que nos asustó de entrada, porque, aunque bajó rápido, alcanzó una altura considerable en poco tiempo». Gonzalo tuvo que recolocar todo el mobiliario de la oficia para evitar que el agua lo dañara.

En la agencia de viajes que la Caja San Fernando mantiene en la calle tuvieron paralizada la actividad durante toda la mañana. Cuando los trabajadores vieron que el agua penetraba con rapidez en el local, desconectaron toda la red informática y pusieron a salvo los ordenadores ya que «nos hubiera salido muy caro si el agua llega a afectar a la dotación informática».

Bernardo Gómez, dueño de una boutique, se afanaba todavía a las doce del mediodía en acondicionar el negocio, después de que el agua llegara a dañarle parte del género. «Lo que no entiendo es cómo es posible que la Policía Local ni nadie haya venido a interesarse por lo que ha pasado, y que además permitieran el tráfico incluso cuando la corriente de agua era totalmente escandalosa». En términos parecidos de manifestaba Lorena Manzano: «A ver si los políticos, en vez de andar con tanta pelea se preocupan un poco más de lo que les pasa a los ciudadanos, de cosas tan simples como limpiar los desagües y mejorar las cañerías, que luego se les llena la boca hablando de los comercios del centro».

Durante toda la jornada de ayer, los comerciantes de la calle Honda apenas pudieron hacer otra cosa que sacar el agua, limpiar y contabilizar las pérdidas que, aunque no han sido muy sustanciosas, sí han supuesto un pequeño revés para algunos negocios, como una herboristería, que tendrá que cerrar «para poder dejar el local como estaba, ya que así no está ni presentable».

En cualquier caso, el sentimiento era de indignación general porque «no es asumible que, con diez minutos de lluvia, unos comercios que están en el centro de una ciudad tengan que sufrir esto».