El Nástic no rompió el hechizo de Chapín. La tradición venía diciendo que el estadio jerezano tenía que vivir un nuevo ascenso, y así fue. Para los visitantes es una bendición, un campo talismán, y para los jugadores y aficionados locales es una auténtica maldición. En los últimos años han aprendido de primera mano cómo se celebra un ascenso a al fútbol más elitista de España. El Nàstic se incorpora ahora a esa lista en la que ya se encontraban Levante, Celta y Cádiz, mientras que a los xerecistas les restriegan en su propia casa una celebración con la que ellos se habían ilusionado, soñado e incluso planificado.

Eso ya pasó a la historia, y dejó a una plantilla huérfana de objetivos. El honor, el orgullo y la profesionalidad no son argumentos suficientes para lograr imponerse a un equipo que tiene al alcance de la mano la máxima categoría del fútbol nacional. División que los catalanes no pisaban desde hacía más de cincuenta años.

El partido no tuvo demasiada historia. Las principales ocasiones de los azulinos llegaron a balón parado o cuando sorprendía las incorporaciones de los laterales. Los tarraconenses jugaron a medio gas. Saltaron al terreno de juego con la intención de no perder. Les bastaba, le sobraba con un empate soso y aburrido sin goles. Un punto les daba la vida.

Por lo que César Sampedro mantuvo a un equipo ordenado delante de la portería de Rubén y que sacaba la zarpa de vez en cuado para asustar a los azulinos.

Para frenar esos arreones catalanes, estuvo Tete. El meta xerecista fue el mejor de los deportivistas que ayer jugaron en el prado de Chapín. Cuando se enfilaba el tramo final de la primera parte, Pinilla asistió a un Diego Torres que no logró superar en el mano a mano al guardameta extremeño. En el segundo tiempo, Tete tiró de reflejos para impedir que Pinilla, dentro del área y con mucho tiempo, adelantara a su conjunto. La tarde quedó de terminar redonda para el portero xerecistas gracias a sus intervenciones frente a la internada de Ekpoki y los lanzamientos de falta de Buades.

Mismo sistema

Lucas mantuvo el esquema con el que experimentó en Albacete. Dejó a dos puntas natos y a dos hombres por detrás con buen trato de balón. Álex Colorado suplió a Castaño en ese puesto de enlace, y el jerezano dio criterio al juego xerecista. Colorado estuvo acertado en los lanzamientos a balón parado, pero a medida que pasaban los minutos se relentizó y diluyó su juego. Los laterales azulinos fueron una de las principales bazas de Lucas. Un gran David de Coz y Mendoza se encargaron de poner la rapidez y la verticalidad que por el centro no se encontraba. El lateral jerezano fue el que estuvo más cerca de conseguir el tanto que impidiese la fiesta catalana, pero su disparo pegó en la madera de una portería que ha tenido que sufrir un año más una fiesta ajena. Aún restan dos jornadas de sopor, y es posible que haya que soportar otra fiestecita en el Nuevo Colombino.