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Sábado, 29 de abril de 2006
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Ladrones seguros
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Los ladrones de hoy cada vez se parecen más a los magos. Son invisibles y entran mientras estás dormido y ni te enteras. No les afectan las alarmas, ni las medidas de seguridad con que decidamos armar nuestras casas, porque las tienen superadas. A diferencia de los magos de verdad, los cacos quitan y no ponen.

No dejan de ir a ningún sitio, por muy pacífico que sea. Hace unos días se pasaron por Trebujena, y con el matrimonio y el hijo durmiendo se llevaron hasta el último céntimo y las joyas que había en la casa. Y es que a estas alturas y con decenas de robos con éxito, estas bandas se sienten ya lo suficientemente seguras como para cometer robos hasta en pequeñas localidades donde unos desconocidos llaman la atención y pueden poner en alerta a la policía. Los hurtos se repiten en urbanizaciones de Jerez y de ciudades próximas, sin que el ciudadano perciba una defensa policial y judicial efectiva de sus propiedades y de su seguridad personal.

Los delincuentes, que según trasciende pertenecen a mafias rumanas, gozan de una impunidad a la que no estábamos acostumbrados y lo mismo desvalijan una casa en el intervalo de tiempo que sus moradores necesitan para hacer la compra de la semana, que cuando están durmiendo. En estos últimos casos, la policía consuela a las víctimas hablándoles de la suerte que han tenido por no despertar mientras les robaban dado el carácter extremadamente violento de algunas de estas mafias. Es más se llega a aconsejar que en caso de despertar e intuir que hay alguien extraño en casa, lo mejor es hacerse el dormido para evitar males mayores.

Todo esta situación está creando una angustiosa sensación de indefensión entre los ciudadanos. Nuestro sistema garantiza el derecho a la propiedad privada frente a una eventual actuación arbitraria del Estado, pero parece haber tirado la toalla en la vigilancia y defensa de la propiedad frente a los ladrones cada vez más profesionales que nos invaden, aunque también paguemos impuestos para que nos garanticen esto.

A la desmotivación por la insuficiencia de medios, la policía une la laxitud con la que la Justicia resuelve los casos de extorsión. Como hemos oído más de una vez, a la policía le cuesta esfuerzo y tiempo detener a los malhechores para ponerlos ante el juez y ver cómo salen por la otra puerta del Juzgado. Esa misma tarde delinquirán de nuevo y la policía volverá a repetir la escena ante, supongo, la sonrisa burlona del ladrón, seguro de que estará en libertad en pocas horas. Ladrones seguros y ciudadanos a verlas venir.

En este escenario no es de extrañar que las familias que han pasado el calvario de ver sus casas violentadas acudan a los más sofisticados sistemas de alarmas y que, más de uno, aplauda los casos de personas que se han enfrentado a los ladrones con desigual suerte. Como decía, una peligrosa deriva, en la que los únicos beneficiados parecen ser los delincuentes y a la que el Estado y las leyes no están dando soluciones efectivas.

La situación se repite en distintos países europeos. En Suiza, los propietarios de una casa tuvieron que indemnizar a los ladrones que habían entrado por la fuerza para robarles. Al parecer cuando los cacos estaban en la casa, el sistema de seguridad se disparó y la casa quedó aislada, con persianas y puertas herméticamente cerradas, y sin luz ni teléfono. Los ladrones estuvieron atrapados en la casa hasta que los dueños llegaron al cabo de un mes. Como no habían comido casi, denunciaron a los propietarios supongo que por inanición y trato vejatorio y un juez con muchas luces decidió que la familia que iba a ser robada debía compensar a las pobres criaturas que estaban robando por el trato infame que habían recibido de los anfitriones. De locos.

Si eso ha pasado unos países al norte, casos de parecida «justicia» se repetirán en España en poco tiempo. Me pregunto, si mi diminuto schnauzer intimidará lo suficiente como para que tenga yo que indemnizar llegado el caso. Y no quiero ni pensar si decide recibir a los cacos con todo el alborozo que recibe siempre y roza el vaquero del sujeto. Si me toca un juez como el suizo, me veo obligada a resarcirle del daño irreparable cometido contra su Levi's.



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