Sergio Sánchez Cárdenas (La Línea de la Concepción, 1-3-1981) es el único representante gaditano que disputa esta temporada la Liga ACB. Después de salir del UDEA Algeciras y pasar por el Caja San Fernando y el Ciudad de Huelva, el Estudiantes se hizo con sus servicios esta temporada para cederlo a continuación al Fuenlabrada. Allí cuenta con los minutos necesarios para seguir forjándose como uno de los bases más prometedores de España, un diamante en bruto que ya comienza a resplandecer.

En tierras gaditanas dio sus primeros pasos, acarició la pelota de baloncesto por primera vez; en Sevilla aprendió a competir de verdad; en Huelva maduró con un gran maestro como Quim Costa; y en Fuenlabrada ha conseguido que broten todas sus cualidades. Velocidad y garra para ser letal en las transiciones defensa-ataque, una muñeca bastante aceptable para lanzar desde más allá de los 6,25 metros y unos piernas portentosas para penetrar entre la maraña de torres con la que se topa jornada a jornada.

Su carácter afable y su espontánea amabilidad, adquirida en el cálido clima sureño, se han ganado el corazón de la afición madrileña desde un principio. Sin embargo, sigue añorando demasiado mirar por la ventana de su cuarto el Peñón de Gibraltar o degustar los mejores espaguettis del mundo para él, los de su madre. Y es que el linense salió muy joven de su hogar para ganarse la vida haciendo lo que más le gusta: jugar al baloncesto.

Sus retos más inmediatos se centran en adquirir mayor experiencia en la ACB, una competición que la atrae más incluso que la mismísima NBA, y asentarse para que en próximas fechas los técnicos de la selección española se fijen en él. Va por buen el camino. No obstante, una de sus experiencias más gratificantes la vivió en los pasados Juegos Mediterráneos de Almería, cuando engrosando las filas de la Selección B conquistó la medalla de bronce.

El reciente galardón de MVP nacional de la jornada avala su progresión, pero todavía debe debe mejorar en defensa y dirección de equipo para romper con su rol de revulsivo. Sacar su espíritu guerrero, muy al estilo de una de sus películas favoritas, Braveheart, y sentar los pilares de su particular tierra: la cancha.