LA debilidad argumental del debate político andaluz y, por añadidura, la entronización galopante de lo obvio, el simplismo y lo previsible, llenan nuestras vidas, entristece nuestras almas pecadoras y nos impulsa hacia el pesimismo y un desaliento de amante abandonado. Y, como se lamentaba aquel personaje literario que planteaba cuándo «se jodió» la patria peruana, aquí habría que preguntarse: «¿Cuándo se jodió el debate político andaluz?».

Años ha, sin duda, pero que no cesa, no encuentra tregua ni respiro ante el poder creciente, omnímodo y asfixiante de los llamados 'aparatos' de los distintos partidos. El jueves, por ejemplo, el prócer vasco Mayor Oreja sostenía que la expresión «realidad nacional» incluida en el Preámbulo del proyecto de reforma del Estatuto andaluz estaba relacionada con el islamismo, en general, y el terrorismo islamista, en particular.

Y a vueltas con el Preámbulo. Al mismo tiempo que Mayor Oreja llegaba a tan inquietante deducción, el PSOE andaluz hacía público la inclusión en ese texto estatutario de la «indisoluble unidad de España», para atraer hacia la senda de acuerdo al siempre irritado PP. También se podría incluir en la reforma, ¿por qué no?, que quedaba prohibido en Andalucía escupir públicamente a los ancianos y hacer pis en las esquinas.

Tendría que preguntarle a Rafael Escuredo, como primer presidente de la Junta autonómica, cuándo llegó, en su opinión, esta parálisis de ideas y de la dialéctica en la política andaluza. Y también a Borbolla, su sucesor, que últimamente está teniendo intervenciones públicas acertadas y valientes sobre la actualidad política andaluza.

Porque tal vez en la propia trayectoria de Borbolla estén no pocas de las claves de la 'insoportable levedad' del discurso político actual. Cuando el ex estaba en el poder no solía arriesgar mucho en sus juicios y valoraciones. Y ahora, sí. Pues, al parecer, no hay nada como alejarse de la mamá/partido para recuperar el arrojo, la lucidez y la capacidad crítica. Así que aviados estamos.