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Miércoles, 5 de abril de 2006
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El presidente Zapatero y el lehendakari Ibarretxe hicieron público ayer su compromiso de colaboración que, por ineludible, va a exigir la máxima lealtad y coincidencia entre ambas instituciones para alcanzar una meta común: que el alto el fuego de ETA se vuelva irreversible. A la salida de la reunión, Ibarretxe se mostró más prudente con la iniciativa presidencial que en sus últimas comparecencias. Sin embargo, aún resulta palpable la diferente actitud con la que Zapatero e Ibarretxe afrontan la nueva coyuntura. El primero pone el acento en la desaparición definitiva del terrorismo, mientras sitúa el diálogo entre los partidos en un horizonte alejado del desideratum etarra. Por el contrario, Ibarretxe no parece dispuesto a dejar pasar la efervescencia suscitada por el alto el fuego en el seno del nacionalismo para procurarse una agenda favorable al soberanismo.

Es deber de las instituciones tratar de que ETA no regrese a la actividad terrorista. Pero su esfuerzo no sólo ha de desarrollarse con arreglo al Estado de Derecho, aplicando cuantas medidas disuadan a los terroristas de volver a las andadas. Con ese mismo empeño han de negarse a asumir que su responsabilidad sea la de saciar las exigencias del terrorismo para lograr su desaparición. Desde este punto de vista, la verificación del cumplimiento del alto el fuego permanente no puede limitarse a constatar que no se produzcan atentados ni actividades coactivas o de extorsión. Es necesario que llegue a evaluar críticamente si ETA intenta condicionar las decisiones políticas.

Durante años el nacionalismo ha soñado con catapultar el autogobierno vasco a cuenta de la retirada de ETA. Lo paradójico es que el marco autonómico vasco será el último en revisarse. Son los efectos de una gestión precipitada de las aspiraciones abertzales. Aspiraciones que el nacionalismo se ha obstinado en presentar como expresión de la voluntad de una mayoría aplastante de vascos. Llegados a este punto lo urgente no puede ser el acuerdo político que impulse el potencial autonómico de Euskadi. Lo urgente es empujar a ETA para que convierta el alto el fuego permanente en definitivo. Sólo así podrá el País Vasco orientar sus energías hacia la mejora del autogobierno. Y sólo siguiendo el camino trazado por la previsión de reforma que contiene el vigente Estatuto será como los ciudadanos vascos lleguen en su día a refrendar el acuerdo que alcancen las fuerzas parlamentarias.



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