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Miércoles, 5 de abril de 2006
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Villepin defiende su autoridad frente a Sarkozy
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¿Quién gobierna en Francia? La pregunta la lanzó Jean Marc Ayrault, jefe del grupo socialista en la sesión de control parlamentario al Gobierno. Dominique de Villepin le contestó que las instituciones cumplen su misión constitucional y que él «no bajará los brazos». El primer ministro francés, gran perdedor político de la crisis social, disipó los rumores sobre su rumoreada dimisión, objeto de un reciente lapsus ante el hemiciclo, con una reafirmación de que no se dará por vencido en la batalla por el empleo, sobre todo el juvenil.

Frente a un adversario en horas bajas de popularidad y autoridad, Ayrault lanzó una andanada a la línea de flotación del buque insignia conservador. El flanco del ataque fue la suplantación de Villepin en el timón para salir de la crisis por su rival doméstico Nicolas Sarkozy, teórico número dos del Gobierno pero virtual primer ministro bis en la práctica además de presidente de la UMP, la conservadora formación gobernante.

«Usted está en Matignon pero no gobierna. Detenta la apariencia del poder pero ya no lo ejerce: es lo que se llama una crisis de régimen con dos primeros ministros y un Gobierno en plena tempestad abandona sus poderes a un partido político, la UMP», espetó el jefe de fila de los diputados socialistas tras arremeter contra la «guerra bizantina de sucesión que asuela el Ejecutivo y que libra con su ministro del Interior», el mentado Sarkozy. «Ya basta de simulacros que humillan a la República. Recupere la razón, derogue el CPE», fulminó en medio de un griterío en los escaños.

En su papel

«Me esperaba más de usted», le respondió Villepin, ahora caballero de triste figura. «El presidente preside, el Gobierno gobierna, el Parlamento legisla y los partidos concurren, conforme a la Constitución, a la vida democrática. Proponen o, como usted hace, se oponen. Cada uno, ya lo ve, está en su papel», expuso Villepin, que había almorzado en el palacete de Matignon con Sarkozy en una operación digestiva de rencillas con bicarbonato cosmético.

El primer ministro, que también fue interpelado por la comunista Marie George Buffet, afirmó que «la prioridad es salir de la crisis actual que no interesa a nadie, en especial a los jóvenes que buscan un empleo y esperan soluciones a sus dificultades». «No podemos, no tenemos derecho a bajar los brazos y yo no lo haré», proclamó en un canto muy a su hidalgo estilo a «la lucidez, el coraje y la voluntad» frente a «la renuncia y el inmovilismo».

Desde su punto de vista, los franceses «no rechazan la modernidad» sino que «piden seguridades nuevas mejor adaptadas a las realidades del mercado laboral». «Nuestros compatriotas no dudan de su país. Confían en Francia, creen en sus capacidades. Hay que responder a sus expectativas con decisiones y resultados», concluyó.



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