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Martes, 4 de abril de 2006
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SOCIEDAD
OPINIÓN
EA Games, ¿por qué me tratas con tan poco respeto? ANDRÉS G. LATORRE
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EA Games aparece en el despacho de Don Vito Corleone. Le dice que acaba de descubrir a su consola llorando, tirada en el suelo, sin que nadie le haga caso. «Unos desprensivos, Don Vito, llegaron unos libreros con un ejemplar de Harry Potter bajo el brazo y... no puedo contarlo. Nadie hace caso a las consolas, por favor, ayúdeme». Don Vito, bajo la atenta mirada de su consigliere y tocando su mando de la Play Station le responde: «Vienes aquí, en mitad de mi partida de ISS Pro y me pides que intervenga en un videojuego por dinero». Pero Don Vito no se niega, nunca se puede abandonar a nadie de la familia. Participa en el videojuego, pero Don Vito le pedirá que le devuelvan el favor más tarde. Un día, al-gún sicilinao trajeado llegará hasta la puerta de los señores de EA para recordarles que le deben un favor a los Corleone. Una visita que, obviamente, no podrán rechazar.

El mito de la película El Padrino sigue tan vivo como siempre. A su innegable fuerza (¿quién no se emocionó al ver a Don Vito pidiéndole al dueño de la funeraria que maquillara a su hijo, curiosamente llamado Sonny) se le ha unido el embrujo que ejercen los videojuegos sobre jóvenes y no tan jóvenes. Pero, ¿cómo conjugar una película esencialmente familiar («Mi-chele, nunca puedes perder a tu famiia») con un aparato que, precisamente, aísla a los adolescentes del contacto con sus padres y hermanos? La metralleta, sólo utilizada en la historia de Mario Puzo cuando el resto de los clanes neoyorkinos (como los Tataglia o Barzini) no respetaban las influencias de la familia, cobrará ahora un desmesurado protagonismo (que ves una sombra, pues pulsas x más L2 y ya no hay problema).

En cuanto a la realización del juego, nada que objetar. No hubo problemas con los derechos de autor porque Paramount le ha recordado a las marionetas del mundo de Coppola que les debían un favor, y todos aparecen retratados en el videojuego. Los chicos de España hablaron con los del sindicato de dobladores, que, como Jimmy Fontana, no tuvieron problemas en servir al capo dei tutti capi. Sólo los muertos han fallado, porque ni Don Vito puede mover de-terminados hilos.

El protagonista del juego, además del que abone los 60 euros que vale el juego (descarten cortarle la cabeza al caballo de la dependienta para que sea ella la que abone el videojuego) es un personaje ficticio, recién llegado a la familia, y que debe hacer el juego sucio que los Tessio, Clemenza y compañía no se atreven. La acción transcurre en los años 40, en Norteamérica. El turco ya se lo dijo a Tom Haggen: «El viejo ya chocheaba, ¿podría habérmelo cargado hace diez años?». El player one -mal nombre para un siciliano- debe demostrar no sólo que Don Vito sigue tan vivo como siempre, sino que nadie puede ofender a la familia que ha pagado la consola al niño.



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