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Martes, 4 de abril de 2006
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Madrugadas de recuerdos
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A veces miro atrás en el tiempo y recuerdo todas las 'Noches de Jaén' que he vivido en compañía de mi padre, mi hermana y mi familia. Esos recuerdos que consiguen arrancar una pequeña sonrisa de mi cara al caer en la cuenta de lo rápido que pasa el tiempo. Todavía puedo recordar como limpiaba las manos del Señor y de su Madre, cuando no llegaba ni a sus benditas rodillas y tenía que ponerme de puntillas. Aquellos primeros años, aquellas primeras madrugadas fueron especiales.

Como correteaba pabilo y encendedor en mano por las filas de nazarenos, llevado por el afán de que ningún cirio estuviera apagado. Recuerdo aquellas mañanas de Viernes Santo cuando mi madre me metía en la bañera y con aceite y un peine me quitaba la cera caída en mi cabeza, nunca podré olvidarlo.

Me hice algo más mayor y llegó el momento de vestir esa blanca túnica. Cierro los ojos y puedo vivir de nuevo como me temblaban las piernas al oír «hermano 391». Nunca podré olvidar la cara de mi madre al ver mis pies sangrando por el roce de las sandalias, ya de regreso a San Francisco. Hoy, inmerso en una nueva Cuaresma, espero con impaciencia otra madrugada Santa de anécdotas, que con el paso de los años se convertirán en recuerdos. Este año calzaré unas zapatillas de esparto, me ceñiré la faja a los riñones y con mi sencilla molía te llevaré por las calles de Jerez. Nuevas sensaciones nacen en mí, al saber que me siento más cerca de Ti cuando te llevo en mis hombros y de alguna manera te alivio el peso de la cruz, al recordar, cuando el cansancio y la fatiga me pueden, como te dañaron, insultaron, como cargaste con el madero camino de la muerte.

Sé, que vendrán madrugadas de tristeza y anhelos, cuando ya mi padre no vista el hábito nazareno, camino de una madrugá eterna, cuando mire hacia atrás y mi madre no esté para acompañarte Señor de la Vía Crucis. Pero a pesar de que soy joven, una extraña ilusión hay en mi al saber que algún día algún hijo mio correteará por las blancas filas de nazarenos encendiendo cirios para iluminar el sendero del Señor.

Mucha gente no comprenderá lo que siento, pero le pido al Señor de la Vía Crucis que nunca se acabe ese escalofrío que recorre mi espalda al sentir la trabajadera, que no se acabe esa bonita tristeza al saber que una madrugá más se acaba, que no se acabé Señor el orgullo de ser tu costalero, de ser costalero del Hijo de Dios.

Idelfonso López. Jerez



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