Joaquín Rodríguez muestra su medalla en el podio de Mendrisio. / EFE
JOAQUÍN RODRÍGUEZ CICLISTA DEL CAISSE D'EPARGNE

«Esta medalla es mi recompensa»

Joaquín Rodríguez, habitual lanzador de Valverde, es hincha del Barça e hijo de un ex ciclista y director profesional

MENDRISIO Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Joaquín Rodríguez (Parets del Vallés, 31 años) iba a las carreras en taxi. El de su padre, taxista y antiguo corredor y director de equipo profesional. Después ha imitado las dos profesiones paternas: es ciclista y, además, taxista de Alejandro Valverde. El ciclista catalán se ha convertido en el mejor conductor para el murciano en cada carrera. Hasta ayer. En Mendrisio le tocó a él. Su día de bronce.

-Escapado todo el día y con fuerzas para disputar las medallas.

-He tenido un día súper. Aunque al final se me ha hecho un poco pesado. Es una pena que se me haya ido tan pronto Evans. Yo iba muerto y se nos ha ido a lo tonto.

-¿Premia el bronce el trabajo de España?

-Sí. Hemos hecho una gran carrera. Para nosotros lo importante era lograr una medalla. Y para mí, imagínate... Samuel y Valverde tenían que respetar mi situación, era lo normal. Estaban con Cancellara, que era el más fuerte. Para mí el bronce es la recompensa a tantos años de trabajo.

-Creció con la bici en casa.

-Sí. Mi padre había competido como profesional y había sido luego director (Rodríguez Mayora, técnico del CR). Tragué la bici desde pequeño.

-¿Recuerda algo de su padre como ciclista?

-No. Ni como director tampoco. Lo dejó en 1981.

-¿Le empujó su padre hacia la bicicleta?

-Nada. No quería que fuera ciclistas. Practiqué fútbol, balonmano, baloncesto, natación, correr a pie... Hice de todo menos ciclismo. Pero era lo que me gustaba. Incluso cuando empecé a andar en bici, mi padre me obligaba a seguir con el fútbol.

-¿Por qué esa oposición paterna?

-Es que él sabía que si tiraba por el ciclismo era en serio, para hacerme ciclista.

-Al final, su padre se resignó.

-Sí. Nos llevaba a mí y a mis hermanos a las carreras. De lunes a viernes andaba con el taxi. Y los fines de semana, con nosotros. Siempre al volante. Nos llevaba incluso a las carreras de fuera de Cataluña. Se apuntaba a todas.

-Ejemplo de sacrificio.

-Lo valoras. Siempre he vivido el ciclismo de forma profesional. Lo tenía en casa. No tenía que preguntar nada. En casa aprendí que tenía que comer pasta por la noche, cómo desayunar, cómo cuidarme. Mi padre se levantaba pronto los sábados y si veía la mínima mancha en la bici no nos llevaba a correr. Tenía que estar todo perfecto.

-Ser ciclista en Cataluña supone emigrar.

-Eso es. En 1998 corría en el Hospitalet, en el equipo de Chicho, de mi padrino desde siempre. Me vio con cualidades y me dijo rápido que tenía que irme a correr al norte. Tuve la gran suerte de que Xavier Florencio corría en el Iberdrola (equipo guipuzcoano filial del Once) y me fui con él a un par de carreras. Me salieron bien. El director del Iberdrola, Peio Garaialde, se fijó en mí y me cogió.

-Vida de alquiler en Guipúzcoa.

-Me lo pasaba pipa. El primer año estuve en un albergue en Ordizia, en Oianguren, y estuvimos de maravilla. El segundo año pasamos a un piso en Azpeitia y lo mismo.

-Buen cambio de vida para un chaval.

-Sí, te hace espabilar, te hace más valiente. Es que cuando llegas no sabes ni hacer un huevo frito. Además, yo no sabía hablar vasco y teníamos que echar una mano en la barra del bar del albergue. Así que aprendí cuatro palabras para manejarme. Aprendí rápido.

Bromista y coqueto

-Como cuando usted se hizo profesional en el Once de Manolo Saiz, uno de los grandes equipos del mundo.

-Me adapté rápido. Siempre he sido muy de broma y cachondeo, así que me acoplé de inmediato. No me dejaba impresionar por Olano, Galdeano o Beloki.

-Ciclista divertido.

-Claro. Nada de deprimirse porque llueve, porque te has caído... No hay que comerse la cabeza.

-Coqueto.

-Sí, bueno. Me gusta comprar ropa. Barcelona es una ciudad a la moda.

-¿Es culé?

-Y tanto. Sigo la actualidad del Barça allí donde voy.

-Tras su buen debut profesional, ¿hasta dónde pensó que podía llegar?

-En amateurs tienes la cabeza llena de pájaros. Te imaginas que vas a ser el copón. A mí de siempre me habían atraído las clásicas. Yo corría muy loco. En las vueltas de amateurs andaba a tope tres días y luego pegaba un petardazo tremendo. Por eso pasé al campo profesional con la ilusión de ser un clasicómano. Ahora sé que las clásicas me van bien, pero me falta remate. Lo que no pensé nunca es que me iba a adaptar a las grandes vueltas.

-En esa transformación influyó la biomecánica.

-Cuando estaba en el Once iba muy mal sobre la bicicleta. Muy bajo, muy corto. La musculatura se me debilitó. Notaba que no podía subir un puerto sentado. Siempre de pie. Pagué esa incultura española de ir siempre bajo en la bici. Por suerte conocí a Algeri, director del Saunier, y me llevó donde un biomecánico italiano, Sandro Mariano, en 2004. Ahora puedo mantener el ritmo en puertos de una hora.

-Ciclistas que le marcaron.

-El mejor líder que he tenido ha sido Olano. Y como superclase, Valverde. Un fuera de serie. Le da mil vueltas a todos los demás.