Jerez

Los Cuadra, familia de arquitectos

Fernando de la Cuadra fue el primer técnico de urbanismo auténtico que tuvo la ciudad

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Si escribimos es por y para Jerez, para que sus hijos más relevantes y egregios paisanos nuestros sean de este modo recordados, porque el tiempo inexorable trata de hacerlos caer en el olvido pero que nosotros a través de las páginas de LA VOZ los rememoramos, ya que merecen nuestra atención debido a la huella que dejaron.

La máxima del Nuevo Testamento «¿Por sus obras los conoceréis!» nunca será a nadie mejor aplicada que a los arquitectos, quienes con su buen hacer transforman para la posteridad la fisonomía de un espacio, de una ciudad. Tal es el caso de Fernando de la Cuadra e Irízar, quien fuera arquitecto municipal de Jerez desde 1935 a 1971.

Pero no nos precipitemos y comencemos esta bonita historia desde el principio, para que las nuevas generaciones conozcan a este señor, porque puede haber quien viva en barriadas como la de La Plata o Pio XII y no sepan que los muros entre los que habitan y los techos que les dan cobijo fueron en su día diseñados y calculados por un arquitecto que supo combinar los valores prácticos con los conceptos estéticos, el diseño con la habitabilidad, el volumen con las proporciones y éstas con el entorno.

Nació Fernando de la Cuadra en Utrera (Sevilla) el 7 de diciembre de 1904. Realizó los estudios de arquitecto en la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid, titulándose cuando sólo tenía 23 años, obteniendo el Premio Fin de Carrera del Patronato de la Fundación Aníbal Álvarez Bonquel, considerando a los arquitectos Teodoro Anasagasti y César Cort como los profesores que más le influyeron.

Finalizados sus estudios, comienza su carrera profesional trabajando como arquitecto en la Exposición Iberoamericana de Sevilla junto a Vicente Traver y José Granados, y llevando a cabo proyectos de pabellones algunos hoy desaparecidos.

Con motivo de su boda con la jerezana Dolores Durán González, se establece en nuestra ciudad, donde realiza su labor como profesional libre. En el año 1935, y tras superar las oposiciones puestas en concurso por nuestro Ayuntamiento, es nombrado arquitecto municipal de Jerez de la Frontera, trabajo que desempeña hasta su jubilación. Las obras que lleva a cabo son procedentes de encargos tanto de la iniciativa privada como de las que promueven los organismos públicos. Tales fueron las llevadas a cabo por el Instituto Nacional de la Vivienda o para la Obra Sindical del Hogar, como también para el Instituto Nacional de Colonización, la Junta de Fomento del Hogar y el Ayuntamiento de Jerez, para el que lleva a cabo trabajos de planeamiento, urbanización y edificación de numerosas barriadas.

Podríamos decir que Fernando de la Cuadra fue el primer y verdadero técnico en urbanismo que tuvo Jerez, ya que su actividad no sólo abarcó la construcción de viviendas sociales, sino que realizó proyectos de ordenación urbana de poblados y de nuevas barriadas como también diseñó elementos ornamentales y motivos escultóricos que hoy adornan y enaltecen nuestras calles y plazas.

Entre los muchos cargos que ostentó estuvieron: arquitecto municipal de Jerez, arquitecto del Instituto Nacional de Colonización, delegado del Instituto Nacional de la Vivienda para la provincia de Cádiz, delegado de la Dirección General de Arquitectura en la Comisión Superior de Ordenación Urbana de la provincia de Cádiz... Fue además arquitecto restaurador de La Cartuja de Nuestra Señora de la Defensión de Jerez de la Frontera.

En el año 1956 fue designado por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando como ponente para la declaración del Conjunto Monumental de la ciudad de Arcos de la Frontera.

Su obra ha sido publicada en diferentes medios y revistas especializadas como: Arquitectura, Revista Nacional de Arquitectura, Obras, Cortijos y Rascacielos y en La Vanguardia Imposible, libro editado por la Junta de Andalucía donde se le incluye y resalta como uno de los 15 mejores profesionales de la arquitectura contemporánea andaluza. Aunque Fernando de la Cuadra hizo obras y proyectos para casi toda Andalucía, fue en Jerez donde llevó a cabo una ingente labor como arquitecto. Si observamos su obra, podremos apreciar que a pesar de instalarse en un Jerez agrícola y que estuvo inmerso en una sociedad tradicional alejada de estímulos renovadores que promovieran el gusto por una arquitectura moderna, Fernando de la Cuadra dejó en nuestra ciudad un notable protagonismo y aun cincuenta años después su obra está perfectamente integrada y conexionada en la ciudad, denotando en sus edificios un notable gusto en el equilibrio de las proporciones, las que con sus simetrías busca armonizar con el entorno, así como por la belleza de los motivos decorativos y elementos ornamentales que le infieren características que identifican con nitidez a su autor. Tales son los edificios del Cine Maravilla o del Banco Popular o la reforma del Hotel Los Cisnes. Como también lo son los edificios religiosos, concretamente las iglesias que construyó o en los monumentos urbanos como sucede en el de la Virgen de la Asunción en los que por una u otra razón se aprecia la exquisitez con que maneja y dispone de los conceptos modernos que alberga y que combina con neoclásicos y barrocos que se hacen presentes en su obra.

Quizá porque en ella hay una calle a su nombre, la barriada de La Plata sea su obra más conocida o popular, pero de él también lo son la Barriada de España, la Barriada de la Constancia, la Barriada de la Vid, la Barriada de Pío XII y la de Federico Mayo entre otras.

La Plata

Unas y otras tienen el denominador común de su autor, pero quizá la que nos llame más la atención sea la barriada de La Plata, en la que nuestro protagonista realiza un trabajo realmente interesante, haciendo que todo aquel que se acerque y repase su obra quede impresionado. Sólo hay que darse un paseo por dicha zona para conocer su talento y la capacidad que tenía para crear los espacios urbanos que consigue, diseñando tiras de bloque de cuatro plantas que separa por calles, pero que a su vez horada entre sí con otras más pequeñas y éstas con arcos de accesos a plazas interiores, las que en su día concibió como zonas peatonales y que dejó claramente segregadas del tráfico rodado.

De La Plata nos llevamos una imagen rotunda, eficaz, moderna y personalísima del ingenio de este arquitecto. Y aunque en más o menos grado igual ocurre con las restantes, nos llama poderosamente la atención cómo todas ellas las remata con una iglesia, las que hace destacar dándole un efecto escénico, tal si fuera un buque insignia. La de La Plata, a la que incluso dibuja el retablo- mosaico de azulejería sevillana. O la iglesia de la barriada de La Vid, o la un poco tardía Nuestra Señora de Fátima en La Constancia. O la muy interesante del poblado de Tahivilla, la que con su puerta en forma de arco apuntado, su nave a dos aguas, su ábside, torre y campanario tienen sabores clásicos.

También destacó notablemente en las edificaciones o reformas de edificios singulares como fuera la reforma del Hotel Los Cisnes, en cuya decoración denota su gusto por lo barroco. O el Cine Maravilla, en el que combina retazos modernistas con un atenuado clasicismo, o la oficina principal del Banco Popular Español. También sucede algo parecido con el monumento de la Virgen de la Asunción en clave barroca.

En Fernando de la Cuadra podemos observar a un arquitecto todoterreno cuyo eclecticismo coyuntural le lleva a salir airoso de todo lo que proyecta, tal es la difícil esquina de enfrente de El Gallo Azul, a la que la sorna popular diera a llamar la Gallina Blanca. O como lo fuera el Cine Riva, que todavía hoy desaparecido recordamos emergiendo en su esquina como una edificación contundente y masiva cuyas formas materiales y color se armonizaban entre sí destacando sin molestar al conjunto de fachadas platerescas y barrocas que lo circundan.

Abarcar su extensa obra en un artículo periodístico sería tan difícil como pretencioso, pues, como decíamos al principio, Fernando de la Cuadra extiende su obra por muy diferentes pueblos de la provincia de Cádiz y otras capitales andaluzas, como puede ser el popular monumento a Manolete que en su día proyectara para la ciudad de Córdoba.

Fernando de la Cuadra tuvo nueve hijos, de los cuales cuatro son profesionales de la arquitectura: Fernando, Javier, José María y Federico; creando una saga de arquitectos a la que se la han ido sumando sus nietos. En la actualidad son cinco miembros más de la familia Cuadra los que continúan su camino: Belén de la Cuadra, Joaquín Díez de la Cuadra, Montserrat de la Cuadra, Augusto Marenco de la Cuadra y Esperanza Díez de la Cuadra.

La Anécdota

Imaginamos que en el transcurso de una vida profesional tan larga e intensa y en años tan difíciles de posguerra, Fernando de la Cuadra tuvo que atravesar situaciones inverosímiles y anecdóticas. Por pública y notoria, hacemos referencia a la de La Fuente ¿romana? de los Albarizones. Fue allá por los años 80 en la que un delegado de cultura publicó que la fuente de Los Albarizones era romana. Al día siguiente Fernando de la Cuadra apareció en la prensa mostrando los planos diciendo: «El romano soy yo».

De la que el poeta escribiera lo siguiente:

Un día publicaron la noticia,

que el pilón era de época romana,

que lo había investigado un zascandil.

Tamaña aclaración fue una estulticia,

menos mal que el que hizo la fontana,

replicó a quien de cultura era el edil.

(Del libro Sarta de Sonetos)

Aunque se jubiló en el año 1971, estuvo trabajando hasta el 1980, época tras la que se dedicó por entero a los suyos y a su afición de toda la vida: la acuarela. Falleció en el año 1990.