Opinion

Desastre en la 'Línea Durand'

Lo sucedido en la madrugada de ayer en la región de Mohmand, en la turbulenta provincia del Noroeste paquistaní, es de una gravedad incluso plástica: permitió visualizar a tropas afganas armadas y respaldadas por una potencia extranjera (la OTAN) atacando objetivos paquistaníes con el resultado de una docena de muertos y muchos desaparecidos.

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Lo esencial de la inesperada batalla es que la versión afgana sugiere que sus tropas instalaban un puesto de control en lo que los paquistaníes consideran territorio suyo, por lo que enviaron tropas a ver qué sucedía en la remota y abrupta comarca.

Durante la noche fueron bombardeadas con el resultado indicado y el ejército paquistaní confirmó que un avión espía norteamericano había ayudado en el ataque y dos de la OTAN bombardearon algo más tarde los alrededores causando también bajas.

Así, por un instante, se rescribió la trágica historia -siempre latente bajo la interminable crisis regional- y retomó su discutida condición la vieja Línea Durand de 1893, que debe su nombre a un alto funcionario británico en la India y es, pues, obra del imperialismo británico, que dividió a su gusto el territorio entre afganos y paquistaníes.

En términos políticos y de opinión el asunto es devastador y llega en el peor momento: cuando el nuevo Gobierno paquistaní se ve acusado de no hacer lo suficiente contra los insurgentes y lleva a cabo una política de alto el fuego y negociación con los líderes tribales en la región, favorables a los talibán, que suscita las mayores aprensiones en Washington.

Ayer contrastaba la denuncia del Gobierno en Islamabad, que describió la acción como un cobarde ataque sin provocación previa alguna, con el silencio oficial de las fuerzas armadas, atrincheradas desde la crisis Musharraf-Bhutto y la apertura del nuevo Parlamento en un tono de discreción que las ha vuelto mudas, según el deseo de su jefe, el general Kigali.

La oleada de indignación nacional, estimulada por los medios, permite entrever una especie de alianza de los paquistaníes (incluidos los integristas pastún del Noroeste) contra los afganos, respaldados por fuerzas militares extranjeras. Es decir, la antítesis del deseable de todos contra los terroristas y un desastre político.