La familia Frank; Ana es la segunda por la izquierda
La familia Frank; Ana es la segunda por la izquierda - ABC

El visado que pudo salvar a Ana Frank

EE.UU. negó los papeles a la familia judía de los Frank por el temor a que se infiltraran espías nazis

WASHINGTON Actualizado: Guardar
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La inmigración es consustancial a EE.UU. Está en sus raíces y en su Constitución. Como lo está casi diariamente en el debate social y político. Las agitadas aguas de la carrera republicana han levantado un muro frente a 10.000 refugiados sirios. En medio de la polémica, muchos rememoran los momentos menos felices de la historia del país, tan distantes de la generosa apertura que ha marcado sus más de dos siglos de existencia. Fue hace 70 años. También producto de una guerra. La maquinaria burocrática norteamericana pudo dar el visado a toda la familia de Ana Frank, la niña alemana judía del diario más renombrado, pero se lo denegó.

La lentitud de los trámites, primero, y el temor a la infiltración de espías nazis, después, impidieron que los Frank se salvaran de la atrocidad de la Alemania de Hitler.

En lugar de morir en un campo de concentración, Ana Frank «podría ser hoy una respetable escritora afincada en Boston», afirma el historiador de la Universidad de América Richard Breitman. Felizmente, el legado de la niña precoz ha dejado una huella humana y literaria imborrable en Estados Unidos.

Entre 1939 y 1941, los tres primeros años de la II Guerra Mundial, aproximadamente la mitad de los inmigrantes que llegaron a Estados Unidos fueron judíos. Si la referencia de la Enciclopedia del Holocausto, del Museo norteamericano del mismo nombre, se amplía a los años entre 1933 y 1945, el país acogió a 200.000. Pero la crueldad de la contienda bélica también quiso que a mediados de 1941, precisamente cuando los nazis comenzaron las matanzas de judíos, se frenara el proceso de acogida.

Esfuerzos baldíos

Otto Frank, el padre de Ana, rellenó su primer formulario para trasladarse con toda la familia (su mujer, Edith, y su otro hija, Margot) a Estados Unidos en 1938, antes de la Guerra. Según su propio testimonio, que recoge Breitman en un informe elaborado para el Instituto de Investigación Judía YIVO, esas primeras gestiones topan con una larga lista de espera en Estados Unidos, que los historiadores han cifrado posteriormente en 300.000 demandantes.

Como relata Breitman, el propio Frank, sintiéndose protegido en Amsterdam por su boyante negocio de especias y hierbas para la producción de salchichas, no se preocupa demasiado durante un tiempo. Hasta que a mediados de 1940 se produce la invasión nazi , y la petición pasa a depender de la cuota alemana de inmigrantes a aquel país. Es en abril de 1941, siempre según el estudio de Breitman, cuando Otto Frank retoma su petición de visado para Estados Unidos.

Su principal problema va a consistir en la falta de conexiones políticas o sociales de alto nivel. Sus hermanos Julius y Walter habían emigrado previamente, pero sus limitados ingresos eran escaso argumento para convencer al cónsul norteamericano de que podrían mantener a otros cuatro miembros más de la familia. Por eso, Frank recurre a su viejo amigo de colegio Nathan Straus Jr, más adinerado y que con 5.000 dólares para los trámites busca una salida al laberinto.

Pero sus esfuerzos van a topar con la creciente hostilidad entre Estados Unidos y Alemania, que culmina en junio con el cierre de los consulados germanos. El Gobierno norteamericano, temeroso de que se infiltre el espionaje alemán entre tanto inmigrante de aquel país, reduce al mínimo el cupo de acogida. Pero Frank no se para. Intenta el traslado a España o Portugal, y desde allí, llegar primero a Cuba, antes de a Estados Unidos. Todos los esfuerzos resultan baldíos.

La familia se va a ver abocada a padecer el yugo nazi, desde la confiscación del negocio familiar, en un primer momento, hasta la decisión de Otto de esconderse todos en un falso ático, donde burlarán durante dos años y medio la persecución nazi. Así lo relata la novela que publicará dos años después de la Guerra el propio Otto Frank, único superviviente de la familia, y que se acabará viendo en las pantallas de cine de todo el planeta.

Pero Ana Frank, que dejó el mundo con 15 años en el campo de Bergen-Belsen, sin que se llegara a precisar si fue el hambre, el tifus o cualquier otra enfermedad propia del hacinamiento y la desnutrición junto a miles de judíos, ha dejado huella también en la sociedad norteamericana.

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